Hace 500 años que el navegante nacido en Guetaria inició El Viaje al Fin del Mundo. Texto e ilustración de Isidro Martí
Uno de los primeros libros de náutica que leí fue La vuelta al mundo del Gipsy Moth, de sir Francis Chichester. Me lo prestó mi amigo Víctor para que fuera haciendo boca en mis inicios a la navegación. Eran los años setenta y disfruté mucho con la lectura, aunque muchas partes técnicas no las entendía porque entonces apenas empezaba a saber la diferencia entre barlovento y sotavento. A los catorce años unos se lee lo que sea mientras haya aventura, temporales y escenas épicas enfrentadas a los elementos. El autor del libro acabó siendo “sir”, después de ser investido por la reina de Inglaterra en una ceremonia multitudinaria. El intrépido sir Francis Chichester completó su vuelta al mundo en el año 1967, con una única parada en Australia, y además en solitario. Fue el viaje más rápido alrededor del mundo efectuado por un pequeño velero. Cumplió 65 años durante la travesía.
El libro es muy técnico, pero tiene pinceladas humanas repletas de humor, esfuerzo, dedicación y humildad. Durante aquellos años, todos los futuros navegantes oceánicos que queríamos leer, aprender, y admirar a los pioneros, devorábamos los libros de Chichester, Eric Tabarly y Bernard Moitessier. De este último, su Cabo de Hornos a la vela se convirtió en la biblia de los navegantes que se enfrentaban a las Rugientes Cuarenta de las latitudes australes del Índico y el Pacífico, cuando ya en el año 1966 relató que para navegar con aquellas olas monstruosas con vientos huracanados de popa había que dar velocidad al barco, al cortar las anclas de capa que erróneamente había arrastrado. Moitessier reconoce que para tomar esa decisión le ayudó haber leído previamente el libro del pionero navegante argentino Vito Dumas, que en 1942 circunnavega el globo terráqueo por las latitudes australes en su pequeño velero, el Lehg II.
Elcano
Y, ¿qué demonios tiene que ver todo esto con Juan Sebastián Elcano? Pues, que, en el libro, Chichester, tras cruzar el cabo de Hornos, comenta que había que recordar a los grandes navegantes de la historia “que aumentaron el conocimiento del hombre sobre el mundo: Magallanes, Drake, Anson, Fernández de Quirós, Dampier, Bougainville y, (Sic) sobre todo, Cook”. El libro está publicado por Editorial Juventud, y hay que felicitar al traductor español, Luís de la Sierra, que no pudo evitar una nota a pie de página que decía, entre otras cosas: “Francis Drake dio “la primera vuelta al mundo” más de medio siglo después de que la terminaran los españoles con Juan Sebastián Elcano.” Fue la primera vez que detecté que en diversas publicaciones británicas se habla de la “primera vuelta al mundo” de Drake. Claro, es la primera vuelta al mundo de un inglés.
Como decía, leí el libro con catorce años. Nuestro país salía de una dictadura y la navegación deportiva despuntaba en nuestras costas con dificultades. La verdad es que poco me importaba la nacionalidad de los pioneros y, como les digo, aquí admirábamos a los navegantes de entonces, británicos y franceses. Se lo merecían. Pero reconozco que el comentario del Chichester me hace pensar ahora que toda la afición anglosajona lo habrá leído. Y la mayoría nunca sabrá quién fue Elcano.
Recordar y admirar
Después de muchos años tuve la suerte de dar la vuelta al mundo en regata, y navegué posteriormente por el estrecho de Magallanes y el canal de Beagle. Navegar es leer derroteros, libros de historia, de la gesta del Beagle, capitaneado por FitzRoy quién embarcó a un joven científico llamado Darwin. La evolución de las especies está íntimamente relacionada con la navegación. El canal de Beagle está a pocas millas del canal de Magallanes.
Concretamente allí, en el paso de la Primera y la Segunda Angostura, con corrientes de ¡once! nudos y vientos de temporal, en una de las noches más complicadas de mi vida como patrón, es cuando no pude más que pensar: ¿cómo pudo hacer esto Magallanes en 1520, con aquellos barcos y unos medios limitadísimos? Les recuerdo que los barcos se pierden en tierra. No tenían motor, ni GPS, sólo agujas magnéticas, correderas, sextantes y velas. Además, navegaban a ciegas, tanto de las marcas terrestres como astronómicas. De la declinación magnética ni les cuento. Y del frío, y de la ropa de aguas que debían llevar. No existía ni Musto ni Helly Hansen.
Tras trastear por el océano Pacífico, llegando a las islas Marianas, Magallanes muere en la isla de Cebú. Y aquí aparece nuestro amigo Elcano. Había sobrevivido a temporales, motines y reyertas. Toma el mando de la expedición y tras diversas paradas emprende la vuelta a España navegando hacia el oeste, algo que no había hecho nadie. Nunca. Y se liquida la vuelta, desde las cercanías de lo que hoy es Filipinas hasta Sanlúcar de Barrameda con dos pequeñas paradas, una en Sudáfrica y otra en Cabo Verde. A pelo, sin medios, sin parar, sin naufragar, sin perder el barco, hasta llegar a buen puerto. Inténtelo hacer hoy en día. Cualquier persona que haya navegado un poco puede hacerse la idea de la gesta náutica que eso representa en 1519. Drake se decidió a hacerlo más de sesenta años después. Bougainville lo hace en 1766. Lean el libro Viaje alrededor del Mundo del francés. Lo primero que hace es glosar la gesta de “Fernando de Magallanes, portugués, mandando cinco navíos españoles…”
Por eso hemos de recordar a Elcano y ya es hora de reconocer el ninguneo al que se ha visto sometido dentro y fuera de este país. Completó la primera vuelta al mundo de la Historia un tipo de Guetaria. Como reconoce Hugh Thomas: “Se había demostrado que el mundo era un planeta, (…), Magallanes, o más bien Elcano, había demostrado (…), además, que la tierra era una esfera. Nunca ha habido un acontecimiento mayor que éste. (…) un viaje al fin del mundo.”
Desde estas páginas hemos de celebrar a nuestro pionero en la Historia, en la Navegación, la Astronomía, las Matemáticas, la Cartografía y la Ciencia. Fue el primero que documentó que habían ganado un día al navegar hacia el oeste. No le quito ningún mérito a Magallanes, pero el primero fue Elcano, el navegante que escribió posteriormente una carta al Emperador Carlos V tratándole de tú, a lo que éste respondió con lo de Primus me circumdedisti: la Tierra hablando a un marino que volvió del fin del mundo para contarlo. 2019, sin ninguna duda, es su año. En la era de la información hay que publicitarlo a todo el mundo.