Francia lidera el mar deportivamente en todos sus estadios. La victoria del navegante galo Jean-Luc Van Den Heede es otra demostración más de la inteligente política de nuestro país vecino en la promoción de la industria náutica. Texto e ilustración de Isidro Martí
Todavía eran los años de plomo tras la Segunda Guerra Mundial, Europa empezaba a arrancar económicamente y los británicos seguían fieles a sus ansias de aventura, gestas náuticas y humanas.
Un veterano aviador, aventurero y simpático navegante deportivo, Francis Chichester, gana en 1960 la primera regata transatlántica en solitario, obteniendo un segundo puesto en 1964. El 27 de agosto de 1966, con 65 años, sale de Plymouth para realizar la vuelta al mundo en solitario, con una sola escala en Sydney. El 28 de mayo de 1967 completa el desafío convirtiéndose en un héroe nacional y fue nombrado Sir por la reina de Inglaterra.
Los británicos eran los líderes de la navegación oceánica deportiva, y para confirmarlo organizan en 1968 la Sunday Times Golden Globe Yacht Race, que consiste en dar la vuelta al mundo, en solitario, sin escalas, desde Portsmouth a Portsmouth, dejando el Cabo de Hornos por babor. La filosofía estaba clara: una persona, un barco y la vuelta al mundo en solitario, a vela y sin escalas.
Ganó un joven marino británico, Robin Knox-Johnston. Pero no podemos olvidar un dato fascinante y curioso a la vez. El participante francés, Bernard Moitessier, decide retirarse de la regata cuando lideraba la flota. Tenía el primer puesto su alcance cuando, en el Atlántico Sur, tras haber superado lo más duro, las Latitudes Australes, decide continuar y abandonar así los laureles de la victoria.
No se retira entrando en puerto, sino que decide poner proa al Pacífico, cruzando así de nuevo el Índico. En posteriores declaraciones, o creo que, por radio, logra justificar su decisión asegurando que, de esta manera, “salvaba su alma”. La espiritualidad vence así a la gloria y el reconocimiento, pero tamaña decisión priva a Francia de una victoria merecida. Pero ahí es taba Eric Tabarly, que había ganado la segunda travesía del Atlántico en solitario en 1964. Francia lo recibe en París con un paseo multitudinario por los Campos Elíseos.
Los franceses vieron entonces clarísimo que la náutica no sólo era aventura y romanticismo: era también negocio, industria y futuro. Y se ponen a trabajar en un proyecto que va desde desgravaciones fiscales, promoción de los deportes náuticos y ayudas a la industria. Desde la reconversión de la flota pesquera
de bajura a la náutica deportiva, pasando por los documentales de Costeau, las participaciones francesas en siguientes vueltas al mundo son una demostración de poderío humano, tecnológico y técnico. Sólo otro país como Nueva Zelanda realiza una operación parecida. Podemos pensar que a esto hay que unirle una potente afición de franceses y kiwis a los deportes náuticos. Y desde luego, Francia y Nueva Zelanda tomaron cartas en el asunto, con inteligentes políticas de apoyo en diferentes rangos.
Y por ello no es casualidad que se incrementara el PIB en Auckland justificado por por haber ganado la Copa América; o que Bénéteau haya pasado de ser un pequeño astilleros a cotizar hoy en Bolsa como un gran grupo industrial.
Caramba, me he olvidado de Van Den Heede. A eso quería llegar. La victoria de Jean Luc Van Den Heede ocurre 50 años después de la Primera Golden Globe. La regata, hoy sale de Les Sables d´Olonne, no de las costas británicas. Y la gana un francés, con 73 años. Robin Knox Johnston, un auténtico caballero, estaba en la línea de llegada para felicitar al héroe francés. Estos 50 años los franceses los han aprovechado muy bien.
La épica de la gesta, la edad del ganador, no nos puede hacer menospreciar que mediáticamente los franceses siguen saliendo victoriosos, consiguiendo el liderazgo europeo en la navegación oceánica, en una modalidad que hace cincuenta años era exclusivamente británica.
La poesía de Moitessier no contradice el pragmatismo de la industria náutica francesa. Van Den Heede no es un chalado, es un reconocidísimo navegante que ha participado en regatas como la BOC, la Vendée, y entre otras cosas, ostentaba el récord de la vuelta al mundo en el sentido equivocado, de Este a Oeste. Algo en lo que también eran especialistas los británicos con su Clipper Race.
Jean Luc Van Den Heede nos ha hecho soñar a todos los navegantes oceánicos con una gesta difícilmente igualable: dar la vuelta al mundo a vela sin escalas con la ayuda de un sextante, un piloto automático de viento y sus manos. El uso del teléfono satélite, que llevaban por seguridad, estaba penalizado.
FRANCIA SIEMPRE GANA
Esto me recuerda una frase clásica del fútbol europeo donde se bromea que juegan diferentes países, pero al final siempre gana Alemania. Nos tenemos que quitar el sombrero frente a los navegantes oceánicos franceses, pero no hemos de olvidar a políticos, gestores, empresarios, regiones, ayuntamientos que han sabido desarrollar políticas inteligentes que han colocado a su país en primera línea, por delante de una Gran Bretaña ensimismada.
¿Para cuándo en nuestro país? Aquí hemos avanzado mucho, pero sido a pesar de políticas erráticas en lo deportivo y penalizadoras en lo fiscal. La náutica se ve como algo elitista. ¿Tan difícil es entender la náutica como una industria de mano de obra cualificada, como un motor de turismo, viajes y deporte de calidad?