No hay otro ser vivo capaz de generar tal cantidad de residuos como la especie humana. En el limitado espacio de un barco este es un aspecto a tener en cuenta, pues con el paso de los días uno se puede sentir invadido por una colección infinita de bolsas y de olores que pueden llegar a convertir en desagradable la estancia en el barco.
Autor: Albert Puerto
En singladuras de un solo día las basuras se separarán por contenido y se depositarán en los distintos contenedores al terminar la navegación; pero cuando se trata de una travesía de varios días, es necesario un almacenamiento selectivo de la basura, en la que toda la tripulación tendrá que colaborar. Para ello, lo mejor es disponer de por lo menos dos bolsas de distintos colores. En una de ellas se depositarán todos los restos perecederos y en otra los materiales no biodegradables.
En alta mar se pueden lanzar al mar todos los restos de comida, pues la propia vida marina se encargará de eliminarlos alimentándose de ellos. Se evitará tirarlos cerca de costa, en bahías y calas, en mares interiores (…Mediterráneo! – Ver convenio MARPOL). Todas las latas, plásticos y envoltorios se guardarán lo más limpios posible en una bolsa de distinto color, que se cerrará cuando esté llena. Nunca se lanzarán estos restos al mar, ni aún con la excusa de que son alojamientos para la vida marina, pues el fondo ya está totalmente colapsado de suciedad y desperdicios. Se buscará un lugar a bordo para almacenarlas, como el pozo de anclas o los cofres exteriores. Al llegar a puerto se llevarán a los contenedores respectivos, y se evitará desembarcarlas en las calas y playas, pues los cubos ya están muy llenos por los bañistas de día.
Se extremarán precauciones en casos de alta contaminación, como puedan ser pilas. Siempre se depositarán en los lugares especiales de recogida de baterías y pilas.