Autor: Germán de Soler, Director
Llevamos ya mucho tiempo hablando de sostenibilidad, protección del medio, descarbonización, impacto neto positivo, eficiencia energética… Un conjunto de temas en los que los navegantes han demostrado fehacientemente una enorme sensibilidad y responsabilidad social.
Pero resulta que, en un momento, un vertido de pellets desde un carguero —esas malditas bolitas de plástico de colorines que circulan por millones de toneladas a bordo de buques por todos los mares del planeta y que “inexplicablemente” a veces se escapan de las fábricas— pone otra vez las costas y playas tanto atlánticas como Mediterráneas en el centro de la actualidad. Y lleva de nuevo a la ciudadanía, por incomparecencia de la administración en primera instancia, a recoger bolitas con palas, pinzas, rastrillos, cedazos y todo lo que la imaginación de la gente dé de sí para limpiar la arena.
Una tarea tan ingente como imposible de culminar —como lo fue la limpieza de los “hilillos de plastilina” del Prestige— pero a la que la gente se lanza con voluntarismo y diligencia en un encomiable intento de llegar a donde no llegan los poderes públicos y suplir con el esfuerzo personal las deficiencias de un sistema más proclive a esconder la cabeza que a asumir responsabilidades o hacer que los responsables las asuman.
Siempre la gente. Siempre los ciudadanos. Siempre los usuarios. Desde el minuto cero.
Y el estado y las instituciones que cuelgan de él, tarde y mal, y siempre en respuesta a lo imposible de negar o esconder. O como réplica a la presión mediática, por otra parte, poca y, cuando se produce, exigua, escasamente crítica y mucho más frecuentemente extraordinariamente considerada y servicial con el poder y los lobbies que la financian.
En suma: otra vez la gente adelantándose a lo que los organismos públicos debieran haber hecho hace años, no solo en términos de prevención sino de respuesta con los medios adecuados cuando algo sucede, para que no sea la gente quien tenga que buscar bolitas del tamaño de un grano de arena entre millones de granos de arena o recoger con capazos y guantes los vertidos.
Con los vertidos de hidrocarburos hay medios para cercarlos y eliminarlos. Pero con los plásticos… parece que contaminan menos, que solo ensucian y que solo representen un problema para el turismo.
Y no. Todos tenemos ya muy claro que son un grave problema —y lo serán mucho más en un futuro que ya ha llegado—para todas las especies, tanto marinas como terrestres, incluidos nosotros y nuestros descendientes.
En algún lugar he leído que ya respiramos más microplásticos de los que ingerimos.
Pues parece que a pesar de tantas cumbres internacionales, conferencias ambientales y climáticas, agendas 2030, profusión de ministros de medio ambiente, de industria, sub secretariados y secretarios, direcciones generales y generalatos, marítimos o terrestres… al final, todos a recoger bolitas con pinzas. O a cambiar motores diésel por eléctricos, pagando del propio bolsillo el esfuerzo al bien común, y los astilleros a invertir —en gran parte por su cuenta y riesgo — en investigación e implementación de materiales 100% reciclables en los barcos, y a hacer de la sostenibilidad algo más que un eslogan publicitario.
Lo dicho: la sostenibilidad es una responsabilidad colectiva en la que hoy por hoy solo una parte hace los deberes. Y si además estamos ante una prensa pacata, más dispuesta a poner la mano que la pluma, unos administradores a veces más pendientes de su futuro que del colectivo, y la iniciativa de la industria privada, las asociaciones empresariales, los astilleros o las marinas llevando la batuta mientras el interés de los votados van por delante del de los votantes… apaga y vámonos.
En suma, que la deserción de los poderes públicos —y su sometimiento a los grandes grupos de presión económicos en el tema de la contaminación por microplásticos— ha vuelto a poner de relieve que la gente, los navegantes, los amantes del mar y la navegación, siempre están ahí cuando se les necesita y siempre un paso por delante reaccionado más rápidamente, cuando no sustituyendo, a unos organismos públicos que siempre les van a la zaga. Bravo por todos ellos.
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