El White Shadow dobla el cabo de Hornos con olas de siete metros y rachas de 68 nudos
Autor: Kiku Cusí
Fotos: Pedro Eurrutia / White Shadow
Era la etapa, la etapa reina de cualquier vuelta al mundo: de Auckland a Punta del Este, doblando el cabo de Hornos, el cabo por excelencia. Y el White Shadow, con el gallardete del Reial Club Marítim de Barcelona, la completó encabezando la clasificación de su clase hasta que el barco dijo basta. Pero el orgullo y la euforia de toda la tripulación, 12 navegantes amateurs, estaban más que justificados.
Tras el aprendizaje del océano Índico, donde a bordo prevalecía la aprehensión por las borrascas del Gran Sur, había la decisión de bajar de latitud sin miedo, con prudencia pero sin miedo. Durante las dos primeras semanas el Pacífico se mostró amable, con un tiempo primaveral y un viento más propio de latitudes templadas. Los fuertes temporales llegaron después. Pero entonces la tripulación del White Shadow ya estaba preparada para enfrentarse a lo que hiciera falta.
El barco del RCMB termina la tercera etapa de su vuelta al mundo pese a romper el estay y rajar completamente la mayor.
Más frío y más viento
“En el Pacífico ha hecho más frío y hemos tenido vientos más fuertes que en el Índico”, asegura Guillermo Cañardo. “Y pasamos Hornos con olas grandes, de más de siete metros, y viento de 50 a 60 nudos, con alguna racha de 68 tras una noche y una mañana muy duras. El mar era impresionante (el fondo sube de 3.000 o 4.000 metros a apenas 300), nos forzaba a orzar y no nos permitía arribar, que es lo que queríamos”.
Pasaron el gran cabo a tan solo dos millas, después de corregir el rumbo para alejarse un poco de tierra. “La aproximación y la salida fueron muy intensos y el entorno es salvaje”, afirma Pedro Eurrutia, que ha “disfrutado muchísimo en esta etapa, pese al estrés de Hornos, la rotura del estay y una llegada agónica. Pero hemos resuelto todas las dificultades con la misma intensidad y alegría”.
Las dificultades no se acabaron tras doblar el cabo de Hornos y rebasar el estrecho de Le Maire, entre la isla de los Estados y el continente americano. Frente a la costa de Patagonia el White Shadow tuvo que afrontar una ceñida contra rachas de 60 nudos. Y cuando ya parecía todo superado y Punta del Este estaba a apenas 500 o 600 millas de la proa, se rompió el arraigo del espárrago del estay.
“Como un bisturí”
Era de madrugada, ciñendo con un viento de 20 a 25 nudos. “Oí un bang y miré al agua, por si habíamos chocado en el agua, pero no vi nada”, explica Eurrutia, que en aquel momento estaba en la caña. Momentos después la canaria Djemila Tassin dio la voz de alarma: “¡El estay, se ha roto el estay!”.
“La reacción fue muy rápida. En menos de cinco minutos toda la tripulación estaba en cubierta, trabajando en equipos de dos”, intentando minimizar los daños y asegurando el barco, según explica Jean-Christohe Petit, el patrón.
El estay, mientras tanto, había rajado en dos toda la mayor, del grátil a la baluma “como si fuera un bisturí”, a la altura del cuarto rizo. Con el estay salió disparado el yankee, y los dos acabaron enzarzados con la burda de sotavento.
“Fueron tres horas asegurando el barco, trabajando todos en orden”, recuerda Petit. La recompensa tras el esfuerzo fue comerse un pan recién hecho, que alguien tuvo la idea de hornear en pleno zafarrancho. Porque a bordo del White Shadow las penas a menudo se superan con unos pasteles o una buena comida.
Mucho orgullo compartido
A partir de allí, llegó la frustración de ver cómo sus contrincantes los iban superando. “Fueron 500 millas de ceñida, con poco viento, con un mástil que debíamos cuidar y una mayor con el cuarto rizo, como si fuera un pañuelo”, dice el patrón.
Pero más allá de un final que no era el previsto, a Petit le queda “mucho orgullo: 12 personas han doblado el cabo de Hornos y soy el patrón del barco”. Un orgullo compartido con toda la tripulación, conscientes de que pese a su falta de experiencia en el Índico y su avería al final de la tercera etapa, siguen en la primera mitad de la clasificación y están en condiciones de completar todos sus objetivos: completar una vuelta al mundo con un barco y unos sistemas de navegación del siglo pasado, sin GPS; hacerlo con seguridad, pasándoselo bien, y compitiendo en la Ocean Globe Race, la vuelta al mundo vintage que rememora la primera Whitbread.
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