Los Ultim completan su primera vuelta al mundo en solitario
Todos eran expertos navegantes oceánicos, pero zarpaban un poco a lo desconocido. Los seis participantes de la Arkea Ultim Challenge ya sabían que zarpaban para dar la vuelta al mundo por los tres grandes cabos, pero no sabían si aguantarían, ni ellos ni sus maxitrimaranes Ultim, los veleros oceánicos más rápidos y sofisticados que se hayan inventado jamás.
Ahora sabemos que sí, que la mayoría han aguantado, pero todos ellos han tenido que parar por el camino. Y todos ellos menos uno habrían tenido que abandonar si no hubieran parado a reparar en puerto.
Como se suponía, el mayor problema de estas máquinas voladoras son sus apéndices, las hidroalas y los timones en T invertida. Ni siquiera el ganador se ha librado de ello, pues perdió parte de un timón.
En busca de una aventura
El gran vencedor, Charles Caudrelier, lo dijo muy claramente a su llegada: “Salí en busca de una aventura, y eso es lo que he encontrado. Al principio encontré la regata extrema, y después llegó la aventura.” La primera semana, vivió una regata trepidante, incluso un tanto brutal, codo a codo con Tom Laperche. A los siete días de competición el resto de la flota estaba ya lejos por popa. Pero a las puertas del Índico Sur el SVR Lazartigue de Laperche chocó con un OFNI (probablemente un cetáceo) a más de 30 nudos: rompió el ala de raya (la hidroala del casco central), se abrió un gran boquete en el barco y el joven navegante de tan solo 26 años tuvo que dar media vuelta y retirarse en Ciudad del Cabo.
Allí terminó la regata. A partir de aquel momento, Caudrelier y su Gitana 17 pudieron rebajar el ritmo infernal que llevaban, conscientes de que no se trataba de batir ningún récord, sino de ganar la regata. Para ello tenían que gestionar su ventaja y no romper nada que no se pudiera reparar.
No fue sencillo, porque el peligro de rotura e incluso de vuelco seguía presente, como muy bien recordó Caudrelier a su llegada: “En las calmas ecuatoriales tuve un chubasco muy fuerte y cuando conseguí salir el barco estaba tumbado sobre el agua, escorado a 41º, al límite del vuelco”. Antes ya había sufrido un par de averías serias, cuando el cuarto día de competición el impacto de las olas había roto el carenado del brazo de proa de un flotador; y después de Hornos rompió la vela mayor: “Pensé que era el final, pero estuve 10 horas reparando y pude arreglarla”.
Y eso que a partir de la retirada de Laperche, Caudrelier y su equipo —en los Ultims están permitidos tanto el routage como la ayuda exterior— extremaron las precauciones. En su aproximación al cabo de Hornos frenaron el barco un par de días para que su paso por el extremo de América no les pillara una gran tormenta con vientos de 70 nudos; y más tarde, se refugiaron en Azores para evitar un tren de borrascas en la aproximación a Brest. Pese a ello, Caudrelier completó la vuelta al mundo en 50 días, 19 horas, 7minutos y 42 segundos, a una media de 23,74 nudos a lo largo de las 28.938 millas que recorrió. Y consiguió batir el récord de la travesía del Índico en solitario: 8 días, 8 horas, 20’ y 36’’, a una media de 30,7 nudos.
La primera selección
La primera selección de la flota se produjo ya en los primeros días de la bajada del Atlántico: nadie era capaz de mantener el ritmo de Gitana 17 y SVR Lazartigue. Además, otro de los grandes favoritos, el Banque Populaire de Armel Le Cléac’h, tuvo que detenerse en Recife: se había quedado sin balcón de proa y tenía un problema hidráulico en la hidroala de estribor.
Para el ganador de la reciente Transat Jacques Vabre este fue el inicio de un largo calvario. A esta escala se añadió una segunda, en Río de Janeiro, ya subiendo el Atlántico, después de que el navegante bretón rompiera el timón central y el de babor. Por si esto fuera poco, ya en el Atlántico Norte un boquete en la cubierta generó una importante vía de agua.
Sodebo también para
La retirada de Laperche y la escala forzada de Le Cléac’h parecían dejar libre el camino para que Thomas Coville (con ocho vueltas al mundo a sus espaldas, seis de ellas en multicasco y cinco en solitario) se adjudicara el segundo escalón del podio. Pero tampoco estaba tan claro: el Sodebo también tuvo que parar en Hobart, después de romper el balcón de proa, la red de protección de babor y una avería que le impedía bajar la hidroala de estribor.
Esta escala permitió que Le Cléac’h lo adelantara y se mantuviera en segunda posición durante toda la travesía del Pacífico hasta que las averías del Banque Populaire lo forzaron a parar en Brasil. A partir de entonces, la experiencia permitió que Coville mantuviera su privilegiada posición y llegara a Brest dos días después del vencedor.
Conclusiones
Si, como dice Guillaume Verdier (diseñador del Gitana 17) un barco debe ser ante todo fiable, a los Ultim aún les queda bastante camino que recorrer. Cierto que han mejorado mucho desde que hace unos años aplazaron su primer intento de regata alrededor del mundo. El hecho de que seguramente cinco de los seis participantes completen el recorrido (en el momento de redactar esta crónica aún quedaban dos barcos en regata, el Actual de Anthony Marchand y el Adagio de Éric Péron) puede decirse que es todo un éxito que posiblemente ha sorprendido a la propia empresa.
Los más optimistas aseguran que esta primera Arkea Ultim Challenge ha sido como la primera Vendée Globe: demostró que es posible completar la vuelta al mundo en solitario sin escalas. Si este era el reto, ha sido superado. Otra cosa es que navegar con barcos que sufren tantas averías sea un ejemplo de buena práctica marinera.
Porque el SVR Lazartigue no ha sido el único que ha perdido sus apéndices; otros participantes también han sufrido esta avería, al parecer sin necesidad de chocar contra ningún objeto flotante. Y el Gitana 17 ha necesitado nada menos que diez años de mejoras constantes desde su botadura para lograr el éxito que tanto buscaba esta escudería.
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