Muchos son los artículos que nos hablan del patrón, el táctico o el proel, pero, ¿qué pasa con el armador? ¿Por qué es el gran olvidado de la prensa náutica? Vamos a revisar este aspecto en estas páginas. Isidro Martí Férriz
La definición: el armador no es exactamente el que compra el barco. Armar un barco es colocarle el armamento necesario para que pueda navegar un casco limpio recién salido del astillero. Lo que en castellano es el armamento es lo que los franceses llaman acastillaje, palabra que hemos adoptado en la náutica deportiva, quizás porque el armamento nos hace pensar en colocar cañones sobre cubierta y no es precisamente el caso.
Ya hemos armado el barco con su material en cubierta y nos disponemos a navegar. En la navegación de crucero el armador es casi siempre el patrón del barco, porque para eso lo ha pagado. Incluso es posible que tenga el título que así lo acredite. Si hay más titulados a bordo, es importante decidir quién tiene el mando y la responsabilidad. No lo duden: el Armador. Cuando se navega en pareja, y no digamos si el matrimonio está por medio, la cosa se puede complicar. Algunos lo discuten previamente en privado, algo que recomiendo para evitar discusiones en medio de una maniobra de atraque de popa al muelle, con ancla por proa y viento atravesado.
Cuando el Armador de crucero empieza a tener barcos de gran eslora y arduo mantenimiento, suele contratar a un Patrón o Capitán. Estos profesionales no tienen ninguna duda: la última palabra la tiene siempre el Armador, aunque la mayor parte del tiempo se les deja ejercer el mando y la responsabilidad. Eso sí, con una espada de Damocles encima: si la pifian la cosa se puede poner fea. Muchas veces han de ser grandes diplomáticos: tienen toda la responsabilidad pero se les complica llevar la contraria al Armador. Y aquí es donde el Armador ha de demostrar sus habilidades y buen hacer. Ha de respaldar a su Capitán para que la cosa funcione, con guante de seda en mano de hierro a veces o con comprensión y simpatía en otras. No olvidemos que el Capitán suele convivir a bordo con el Armador, su familia y amigos, y la débil frontera entre amistad y oficio a veces se difumina con la calicha marina.
La mayoría de Armadores suelen ser empresarios de éxito, y evidentemente aplican su experiencia en la gestión del barco. Pero claro, no es lo mismo fabricar ropa que compartir las pocas vacaciones que suelen tener en un ambiente frío y tenso. El entendimiento entre Capitán y Armador es aquí imprescindible, y la educación y mano izquierda de ambos pasa a ser fundamental.
Tan complicada es la cosa, que en los mega yates se estilla subcontratar a empresas especializadas que gestionen la contratación de la tripulación, así como la gestión de servicios. Si usted quiere comprar un buen barco de gran eslora, valorará debidamente al Capitán que lo ha gestionado y/ o pasará a gestionarlo.
Las regatas
Los veleros de regata han sido los grandes caldos de cultivo de míticos Armadores. Gran Bretaña es sin duda la madre o padre del “Yachting”, de las legendarias Copa América, con familias reales involucradas, ¿qué mejor armador que un rey?
Hasta los inicios de los años ochenta los estadounidenses defendieron su Copa con abnegados armadores que ponían sus dineros para defender el honor y el orgullo del país. Al no disponer de Rey, fueron los multimillonarios quienes representaron a la alta burguesía anglosajona-Ted Turner, magnate de la comunicación, fue uno de ellos-.
Pero en los ochenta se produce el vuelco de la profesionalización. Un agresivo Dennis Conner –en el agua y en tierra-, supo gestionar el Sindicato acudiendo directamente a los sponsors o patrocinadores, para que le financiaran su campaña y no depender de un Armador. Consiguió el infierno y el cielo: perder la Copa y volverla a recuperar: América en estado puro. Self made any todo eso.
En las regatas de nuestro litoral los Armadores y los Patrocinadores se mezclan con los Profesionales, pero el esquema suele ser el clásico: el Armador pone el barco, y si existe un Patrocinador, la gestión de un Profesional es obligada. Podríamos hablar también del “conseguidor”, pero eso es otro artículo, quizás para otro tipo de revista.
Vivimos malos tiempos para todos después de una de las crisis más duras jamás conocidas, pero es de destacar que gracias a esforzados Armadores muchos veleros han seguido compitiendo en regatas costeras y de altura. Siguen existiendo soñadores ilusionados que ponen sus dineros para disfrutar de las regatas, cada uno a su nivel, manteniendo a tripulaciones amateurs, algunas profesionales o semiprofesionales, ocupadas de tirar cabos o colocar el barco en una posición óptima en la línea de salida.
Grandes proyectos
Para regatas como la Volvo, la Vende o la Barcelona World Race la cosa se complica, ya no digamos la Copa América. El Armador como figura se difumina en un Proyecto que muchas veces se pilota desde los despachos, incluso con la Administración detrás, con desgravaciones fiscales para Eventos de Interés, donde el gasto, la gestión y el beneficio transcurre no sólo en el barco, sino que también lo hace en el Puerto de Salida o la Organización de la Regata.Los Patrocinadores son grandes empresas que hablan directamente con Alcaldes, Presidentes de Comunidades Autónomas e incluso con Ministros de Economía.
Para bien o para mal, lo estamos viendo en los noticiarios, pero nuestro último consuelo es que en países como Nueva Zelanda, donde el impacto en su PIB es importante, la presencia de su Administración en proyectos Copa América es decidida y responsable.
Sea como sea, a los que todavía nos gusta navegar a vela, de crucero o en regata, la figura del Armador nos transmite coleguismo y confianza. El que firma estas líneas ha navegado con todo tipo de armadores, incluida la Armada Española, particulares, privados, sencillos, orgullosos, con sus cosas buenas y malas como todas las personas, pero que le han puesto un barco bajo sus náuticas para soltar amarras y navegar.
Porque, en el fondo, ¿quién no ha querido alguna vez ser armador?
Ilustración homenaje a E. Hopper