El 4 de enero de 2024 fallece Enrique Vidal Paz, y cuando charlo por teléfono con un amigo y le comunico la noticia, me dice que no lo conocía y, lo que más me sorprendió, que apenas sabía nada de él.
Mi amigo es un experto navegante cántabro que ronda los cincuenta, es además un apasionado de la vela oceánica que conoce a regatistas actuales de alto nivel que se baten el cobre en regatas oceánicas, y que se sabe la historia de las múltiples participaciones de los “Telefónicas” y los “Mapfres”. Es un placer escucharlo y aprender de él.
Autor: Isidro Martí Férrez
Por eso, cuando recibo un correo de la revista recordándome que se acerca la fecha de entrega del artículo, no tengo ninguna duda de que hay que recordar la historia de Enrique Vidal, porque se lo merece. Tampoco les negaré que me asaltaron las dudas. ¿Volver a escribir de nuevo sobre los años setenta, recordar a los jóvenes lectores las batallitas de los abueletes que navegaban con trajes de agua de plástico y dominaban el sextante como ahora se domina con soltura el programa Navionics… a un “clic” de tu posición?
Pasaron unos días y la fecha de entrega se acerca, mientras todavía no he tomado una decisión. Le doy vueltas al artículo —les confieso que antes de redactar estos textos intento buscar temas interesantes, constructivos, a veces didácticos, pero siempre relacionados con el mar y la navegación— y una oleada de recuerdos me van viniendo a la memoria. Enrique Vidal era una persona que había que conocer, con una personalidad cuanto menos compleja, un bebedor empedernido, que no se escondía de ello, y que reconocía con desparpajo incluso en sus textos publicados, en libros como “Contra viento y marea”, donde la ginebra aparecía en una página sí y en otra también. Por eso digo que había que conocerlo, no personalmente, sino por lo que decía y lo que hacía, al menos de una forma directa y a la cara. Su personalidad fue su gran virtud pero quizás también su gran defecto.
Pero sin ninguna duda no hemos venido aquí a hablar de su carácter, hemos venido a contar su historia. El navegante catalán decide inscribirse en la Ostar de 76, regata transatlántica en solitario, en la que también participaría Juan Guiu. Estamos hablando de la época de los armadores pioneros. Cuando un navegante armaba su Puma 34 y se preparaba por su cuenta, sin patrocinio ni apenas ayudas, para retar al Atlántico con vientos de ceñida. 1976. En esas fechas plantearse ese proyecto era algo parecido a lo que hoy sería viajar a la Luna. No me olvido de Julio Villar que ya había dado la vuelta al mundo con su Mistral, o los hermanos López Alonso con su brillante participación en la Mini Transat del 77. Pero espero no equivocarme si digo que los primeros en inscribirse en una regata oceánica de primer nivel fueron Guiu y Vidal.
Para no hablarles de sextantes, correderas Walker y ropa térmica de La Pastora, invito a mis apreciados lectores a que miren en programas de archivo, periódicos y libros de 1976, lo que pasaba en este país, de dónde veníamos y hacia dónde nos dirigíamos. Prohibido hablar de política en una revista de náutica, pero mi director sí que me dejará hablar de historia. Mientras Europa miraba con recelo a un país del sur que estaba en plena transición —¿ les suena de algo?— en España ya había astilleros como Puma que eran capaces de botar barcos de regatear y cruzar el Atlántico al mismo nivel que astilleros franceses, y navegantes como Guiu y Vidal que decidieron competir contra la élite de navegantes galos y británicos. Sabían que no iban a ganar. Pero decidieron estar en la línea de salida, hacer la regata y competir. Pero cuando digo que ponían proa a la Luna me refiero a que, aunque la industria y la técnica en España eran viables, socialmente y mediáticamente se movían en un entorno desconocido, donde navegar y hacer regatas, ya no digo oceánicas, era tener boletos para ser tachado como mínimo de extraterrestre. O de pijo, o de rico excéntrico. O cosas peores.
Vidal se quedó en la Ostar. Poco después fue fichado por un navegante italiano para llevar la navegación del BB Italia, un velero que participaría en la Whitbread del año 1977. En la Ostar del 76 habían arreciado unas borrascas inmisericordes, y los navegantes que fueron capaces de llegar y acabar la regata, con su sextante y sus trajes de agua poco impermeables, eran reconocidos como expertos navegantes. Y también acabó Enrique su vuelta al mundo, llevando barco y tripulación a buen puerto.
Nos hizo soñar.
Navegantes como Julio Villar hicieron soñar a muchos españolitos que se podía navegar en un velero y dar la vuelta al mundo. Navegantes como Enrique Vidal nos hicieron soñar que se podía competir en regatas oceánicas y hacer un buen papel.
Pero lo más importante, y lo que quiero destacar en este artículo, es que, además de “fabricar” soñadores, gente como Vidal fabricaron, y de verdad, a tripulantes que luego marcarían una época.
Enrique Vidal era muchas cosas, proteico, bebedor, pero era un buen navegante y un buen formador en su época. En su siguiente participación en La Parmelia Race, organizó un barco y una tripulación que fueron capaces de enfrentarse al Indico Sur y salir indemnes. No ganaron la regata. Pero barco —de construcción nacional— y tripulación hicieron un papel más que correcto para la época.
De allí salieron nombres como Tomás Gallart y Rafa Tibau, que tendrían un papel determinante en el Licor 43 pocos años después. Y del Licor vino el Fortuna, y del Fortuna el Pescanova, y del Pescanova el Telefónica, y del Telefónicael Mapfre. Los regatistas oceánicos actuales ya no sueñan. Ganan regatas.
“Navegar por los océanos no es una proeza, ni puede clasificarse de heroicidad. En efecto, navegar es peligroso, pero también lo es dar la espalda a un cobarde. Es cuestión de ir lo más preparado posible.” Crucero Práctico: “Ir lo más preparado posible”.
Esto lo dice Enrique Vidal en su libro “Contra viento y marea”. También acaba el libro con esta frase:
“Como algún día he de morir quisiera que fuera en la mar, pues así me convertiré en delfín e iré a saludar a mis amigos a la proa de sus barcos”.
Espero que este artículo sirva para reconocer a navegantes como Vidal a futuras generaciones.
Patrón prudente, barco preparado y sobre todo, consultar el parte: Crucero Práctico.
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