El 27 de Agosto de este año, un padre tomó la peor decisión de su vida al soltar amarras y dar el salto desde Menorca, en Cala Galdana, hasta Mallorca, concretamente en Cala d´Or. Salieron de madrugada, pero ya a las seis de la tarde, un familiar desde Alemania reportó a Salvamento Marítimo su preocupación por el velero Makan Angin de bandera alemana y matrícula de Frankfurt. El padre, de 50 años y su hijo de 19 llevaban horas sin dar señales de vida, y la situación meteorológica era más que preocupante: la tormenta Betty estaba causando importantes destrozos en la isla de Mallorca.
Autor: Isidro Martí Férrez
Después de tres días de intensa búsqueda por parte de Salvamento Marítimo español, que incluso tuvo el apoyo de autoridades y medios franceses, fue imposible encontrar cualquier tipo de rastro del velero de nueve metros de eslora que tripulaban ambos ciudadanos alemanes.
El 18 de septiembre fueron identificados dos cadáveres encontrados poco antes en la costa oriental de Mallorca, concretamente en la Cala Falco y la Cala Mendia. Estas dos calas están de camino hacia Cala d´Or. Eran los cuerpos de padre e hijo. El Makan Angin continuaba desaparecido. Sin rastro.
No me gusta nada escribir sobre estas noticias, pero la sección donde se publican se titula Crucero Práctico, e intentamos dar buenos consejos a nuestros lectores del mundo de crucero, sobre todo, del crucero a vela. Digo que no me gusta porque no hay nada peor que hacer astillas del árbol caído o, lo que es peor, caer en el amarillismo de las noticias.
Decidí no publicar nada de esta trágica noticia, pero las benditas redes sociales hicieron que me arrepintiera. Para mi sorpresa, en Facebook aparecieron comentarios que me llenaron de estupor. Comentarios muy duros contra opiniones que venían a decir que el patrón cometió un error al salir en unas condiciones en las que se conocía previamente podían ser muy duras. Recurriendo a un supuesto romanticismo que exalta la libertad del mar y la de tomar las propias decisiones, al internauta de turno le parecían fuera de lugar las críticas a la falta de prudencia del patrón que decidió salir.
En el mismo momento en que leí esas líneas decidí que era imprescindible publicar este artículo.
Me voy a retrotraer a otro artículo que escribí hace pocos meses donde recordaba la sensatez del navegante Juan Guiu cuando recomendaba pensar primero en la tripulación, luego en el barco y por fin en la regata. Les confesaré que cuando lo entregué pensé que quizás era demasiado obvio recordar una recomendación de este tipo a cualquier navegante con un mínimo de sensatez.
Después de lo ocurrido con el Makan Angin veo que no sólo es importante haberlo publicado sino que además hay que insistir pertinazmente porque las redes sociales, los comentarios falsamente románticos y la crítica a los que dicen verdades como puños cuando se comete una imprudencia está más vigente que nunca.
El padre que tomó la decisión de salir en aquellas condiciones cometió un error descomunal, arrastrando a un chaval de 19 años, con un año por encima de la mayoría de edad, a acompañarle en una travesía del todo injustificada.
No pensó en la tripulación —si quieres correr riesgos, hazlo tú solo, no pensó en el barco –a día de hoy está desaparecido— y sólo pensó en la regata, o en este caso, la travesía, porque parece ser que quería despedirse del barco que acababa de vender. Puso el punto número tres por delante del punto número uno y el dos. Y esto le costó la vida, a él y a su hijo. Otro aspecto poco valorado es el de las tripulaciones de salvamento marítimo que salen a navegar o volar en condiciones extremas cuando se da un aviso de emergencia.
Casualmente, días antes del temporal del 27 de Agosto estuve haciendo un seguimiento de los partes porque un amigo quería que le acompañara desde Mataró hasta Menorca. Anulamos el viaje. La tormenta Betty estaba más que anunciada. Todo navegante sabe que tras meses de intenso calor y humedad, cuando arrecia la primera nortada, el choque térmico del viento frío del norte con el agua caliente del mar desencadena reacciones locales brutales, además del viento ya fuerte del norte. Los mallorquines, sabios navegantes, le llaman “cap de fibló”—cabeza de aguijón—. Tornados locales que pueden tumbar grandes árboles, reventar las ventanas de la estación de Transmediterránea y hacer desaparecer un velero de nueve metros.
Las últimas horas de padre e hijo debieron ser una historia de terror, a la que invito se imagine el crítico a los que sancionamos la actitud del patrón. Cualquier actitud que censure las opiniones sensatas y marineras debe ser duramente criticada y rectificada, porque puede incentivar a inexpertos soñadores a menospreciar la furia del mar y del viento.
Patrón prudente, barco preparado y sobre todo, consultar el parte: Crucero Práctico.
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