La International Boating Industry ha difundido las conclusiones del informe de la China Cruise & Yacht Industry Association, que estima que el número de yates en China alcanzará las 100.000 unidades en 2020.
Nada espectacular, dirán, tratándose de un país con 14.500 km de costa continental (España tiene 4.964 km) y 5.400 islas, con las principales ciudades industriales en el litoral o cerca. Pero sí que lo es, y mucho, si tenemos en cuenta que en 2012, el número de yates de recreo era tan solo de 3.000.
Espectacular, pero previsible en un país en que la industria dedicada a los yates posee algo más de 3.000 empresas, todas ellas pensando cómo fabricar barcos de forma más rápida y en menos tiempo para uso y disfrute de los 1,4 millones de multimillonarios —y muchos más simplemente millonarios— chinos.
Tanto millonario puede alimentar no solo a la industria náutica de recreo en China, habida y por haber, sino además a toda la europea. De hecho, dicen, está en un primer estadio, pero se prevé que entrará en una fase expansiva en los próximos años, siguiendo la tendencia que se observa en la rápida transformación del uso que se le da allí a los yates de recreo.
Hasta ahora, los millonarios de este país los usaban como refuerzo de sus negocios. Un poco lo mismo que ocurre en Oriente Medio –me contaba no hace mucho un amigo con negocios de chárter en Qatar: los megayates salen los días festivos a navegar unas horas durante el día cargados de hombres de negocios invitados con el único objetivo de pasarlo bien, hacer contactos y cerrar contratos.
Esto ha sido así hasta ahora, pero el crecimiento por la banda media, de barcos de menor eslora y para uso privado recreativo, es lo que está en el fondo de este espectacular despegue.
Hay un cambio de mentalidad en China tras estas expectativas de la industria náutica, que solo tiene que sortear dos murallas: las escasas marinas con atractivo y capacidad para alojar tanto barco, y que las nuevas hornadas de millonarios susceptibles de convertirse en armadores están muy verdes por lo que respecta al conocimiento de lo que es el mundo de los yates.
En este contexto, las oportunidades para la industria náutica española son, a priori, también considerables. Solo hay un problema: la producción de nuestra industria es cada día más escasa y no parece que su capacidad de competir internacionalmente le pueda hacer cosquillas a los atractivos y potentes astilleros italianos, franceses o alemanes que se está instalando en Asia.
Decía hace ya unos años Paolo Vitelli, fundador de Azimut, presidente de Azimut- Benetti y hoy diputado en el parlamento italiano, que la industria de los megayates de este país entraba a jugar el partido contra China con desventaja en costes, pero también en capital humano: estadísticamente por cada ingeniero o arquitecto naval que salía de las universidades italianas con el grado de excelencia , salían 100 de las universidades chinas con el mismo o mejor nivel. Conclusión: la ventaja italiana era el know how y fabricar con excelencia. Italia debía competir en innovación y patentes, en investigación y valor añadido, en calidad y fiabilidad. Así se prestigió la marca Italia y así se mantienen, aunque con dificultades, en los mercados internacionales.
Desolador. El pastel del otro lado de la Gran Muralla se lo comerán otros. Es más previsible que, una vez en marcha y a ritmo de crucero, los chinos salten los Pirineos y se coman el poco pastel que nos queda.
Germàn de Soler,
Director editorial de Náutica & Yates