Grant Dalton ganará la Copa América o la Copa de la América, como más les guste.
Autor: Isidro Martí Férriz
Remitiéndome a la clásica coletilla periodística… “Cuando escribo estas líneas ni siquiera ha comenzado la competición”. Entonces: ¿por qué me atrevo a afirmar que el equipo neozelandés ganará la competición, conservando la apreciada Copa? Mis amigos expertos en la regata me dirán que lo tengo fácil, puesto que es el sindicato más sólido, mejor preparado, porque el defensor habitualmente juega con ventaja al haber redactado las reglas, en fin, porque es lo que dice casi todo el mundo.
Pues no, señor, mi teoría difiere del resto porque yo creo que quien ganará la Copa es Grant Dalton, un habilísimo hombre de negocios al que le gusta el mar, los barcos, la Copa América y los coches de competición. Pero sobre todo le gusta ganar, y ha tenido grandes maestros.
Grant Dalton hizo su primera vuelta al mundo en el año 1981, a bordo del Flyer II, un imponente maxi holandés que ganó la regata en tiempo real y compensado, algo que creo sólo se produjo una vez. Su patrón, armador y director de proyecto era el entonces famoso Cornelius van Rietschoten, que ya había ganado la anterior edición de la vuelta al mundo en el Flyer. Grant Dalton navegó en el Flyer II con tan solo 24 años, viviendo la inolvidable experiencia de ganar la vuelta al mundo. El dato es importante, porque el mismo año participó en la regata el barco Ceramco New Zealand, patroneado por Peter Blake, otro navegante neozelandés que también daría que hablar. El Ceramco demostró ser un barco rapidísimo y bien tripulado, pero tuvo la mala suerte de desarbolar, lo que le dejó sin oportunidades para ganar. Los laureles se los llevó el Flyer II.
En 1985, Grant Dalton se embarca en el maxi neozelandés Lion New Zealand, esta vez a las órdenes de Peter Blake. No ganaron la regata; el suizo UBS se les adelantó en tiempo real y el francés L’Esprit d’équipe ganó en tiempo compensado.
A Peter Blake se le escapaba la victoria edición tras edición, y en 1989 se presentó en la línea de salida con el Steinlager, un maxi que le llevaría a la victoria. Grant Dalton no estaba a bordo del Steinlager, porque su ambición y arrojo le llevó a lanzar otro proyecto de maxi, el Fisher & Paykel, que casi se llevó la victoria a poca distancia del Steinlager. Dalton tenía 32 años.
¿Todo esto que explico es lo que hará que Dalton se lleve la Copa? No, estimado lector, lo que hará que el talento de Dalton se lleve la Copa es que está compitiendo contra gigantes del mundo de la empresa, sabe que tiene delante a los “Señores” Pirelli, Prada, Bertarelli y, además, en 2017 se enfrentó al “Señor” Larry Ellison y le arrebató la Copa. Pirelli y Prada nos suenan, pero si mi querido lector no conoce al bueno de Larry le diré que estamos hablando de la cuarta mayor fortuna del mundo. Bueno, su puesto baila algún dígito arriba o abajo, pero les aseguro que está entre los diez primeros con bastante holgura.
Grant Dalton se ha enfrentado y ha derrotado a gigantes del mudo de la empresa, que tienen un poder descomunal, presupuestos infinitos y, lo que es más importante en esta competición, con un ego que no cabe apenas en este pequeño mundo.
Por eso me sorprenden los que tratan –al bueno de Dalton– de pesetero, ambicioso, traidor a su país, déspota… El navegante neozelandés viene de un pequeño país en el que, después del rugbi, la vela es deporte mayoritario. A la traición de llevarse la Copa a Barcelona, les diré que Russel Cutts le marcó el camino. El brillante Russel vio el talón que le puso delante el multimillonario suizo Bertarelli para fichar por el equipo suizo Alighi y no lo dudó un segundo. Cambió de barco y bandera en un plis plas. Se llevó con él técnica, tecnología y experiencia “kiwi” a los Alpes suizos. Cerca de un banco. Para muchos neozelandeses y para la mayoría de navegantes, Cutts fue el verdadero traidor. Y esto ocurrió mucho antes de que Grant Dalton pusiera pies en polvorosa. Y no ha fichado por otra bandera. Compite por Nueva Zelanda. En Barcelona. ¿Algún problema? Las reglas las pone él, que para eso ganó la Copa. A los ricos, a los buenos, a los regatistas, a los armadores. Y quiere defenderla. Y volver a ganar.
Les contaré otra cosa. Hasta los años setenta, la Copa América la pagaban los multimillonarios: Ted Turner, el Barón Bich, gente así. Hasta que otro ambicioso regatista estadounidense, llamado Dennis Conner, decidió que además de llevar la caña del barco, quería dirigir el proyecto… Prescindió del armador. Profesionalizó la competición. Consiguió patrocinadores, y la ganó, y la perdió, y la volvió a ganar. Fue el mejor. Derrotó a los armadores. Ganó el regatista y empresario.
Grant Dalton es un caso similar, con una variable. A diferencia de Conner, ni llevó ni llevará la caña. Eso lo aprendió de Peter Blake. Dirigir un proyecto profesionalizado sin ser el caña o el patrón, pero con el suficiente carisma y conocimiento para que la tripulación te crea, que los patrocinadores confíen en ti. Porque de Rietschoten aprendió que la Vuelta al Mundo se gana en tierra, los años previos a la regata, con una preparación meticulosa, empresarial y profesional. ¡Qué no sólo el dinero es el pasaporte directo a la victoria! Se necesita saber conjugar a los técnicos con los navegantes, los meteorólogos, coordinar los enormes egos de los cañas y tácticos con el equipo, preparando a todos para resistir la enorme presión de una regata que se decide prácticamente en la salida, con alguna opción de más en los siguientes veinte minutos que dura la navegación.
Grant Dalton comenta en una entrevista que de pequeño en el colegio ya dijo que de mayor quería ganar la Copa América. Mi añorado Paul Von Zalinski, que navegó con él en el Lion New Zealand, explicaba que lo que quería Grant Dalton entonces era ser el presidente de Nueva Zelanda. Este comentario me vino a la cabeza cuando el avispado y político regatista kiwi consiguió poner de acuerdo al Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat y el Gobierno para traer la competición a nuestras aguas, en un momento de parálisis política que todos conocemos. Por eso ganará la Copa, porque ha derrotado a multimillonarios, porque es capaz de negociar con políticos y empresarios y porque, a diferencia de su otro maestro Peter Blake, no quiere dedicarse en el otoño de su vida a proyectos oceánicos de aventura y ecología. Quiere seguir ganado.
La Copa no la ganará Nueva Zelanda, ni Barcelona. La ganará Grant Dalton.