Doble transatlántica para cerrar un año muy positivo
40 barcos participan en la Transat Jacques Vabre y 32 en el Retour à la Base.
A un año de la próxima Vendée Globe, cinco equipos parecen muy superiores a los demás.
Autor: Kiku Cusí
¿Estamos ante el inicio de una nueva era en la clase Imoca? Es la pregunta que surge al observar los resultados de las dos últimas transatlánticas, la Transat Jacques Vabre, a dos entre Brest y Martinica, y Retour à la Base, en solitario entre Martinica y Lorient. Cuatro barcos y patrones destacan muy por encima de todos los demás: Paprec Arkea (Yoann Richomme), For People (Thomas Ruyant), Charal (Jérémie Beyou) y For the Planet (Sam Goodchild).
A menos de un año de la salida de la próxima Vendée Globe, este cuarteto triunfal se benefició de la retirada en la misma línea de salida de la Transat Jacques Vabre, por motivos de salud, del gran favorito, el Macif de Charlie Dalin, vencedor de la Fastnet del pasado verano. Pero nadie esperaba tanta superioridad de los mejores en una flota de hasta 40 barcos plagada de nuevos diseños. Ni mucho menos que Goodchild, un recién llegado a la clase, terminara tercero en las dos transatlánticas con un barco de la generación anterior (el ex LinkedOut de Ruyant). No sirve de excusa que seguramente más de uno y más de dos evitaran forzar su máquina porque su objetivo primordial era acabar la regata para sumar millas y cumplir uno de los requisitos exigidos para participar en la próxima Vendée.
Récord de las 24 horas
El diseñador Antoine Koch ha sido el gran triunfador de estas dos transatlánticas casi consecutivas. De su estudio han salido los dos primeros en Martinica (For People y Paprec Arkea), el vencedor en Lorient (Paprec Arkea) y el nuevo récord de la distancia recorrida en solitario en 24 horas (For People), con 539,94 millas entre dos puntos (¡y 564,85 sobre el fondo!).
Todo ello sin olvidar la regularidad del Team Malizia, del alemán Boris Herrmann, cuarto en las dos travesías, con un diseño VPLP de 2022 pensado sobre todo para navegar con los fuertes vientos portantes típicos del océano Austral.
Pero en las regatas no todo consiste en tener un barco rápido, sobre todo si son competiciones con tripulación reducida o en solitario. Lo dijo claramente Yann Eliès, copatrón del Paprec Arkea a su llegada a Martinica: “Se habla mucho del rendimiento del barco, pero poco de quienes están a bordo. En el podio hay máquinas muy buenas, pero también tripulaciones muy buenas”.
Este análisis lo confirma el quinto puesto de Daniel Séguin en Retour à la Base con su Groupe Apicil construido en 2014, o el noveno de Isabelle Joschke con su Macif, de 2007, muy por delante de barcos más modernos y potentes.
Varias regatas en una misma regata
Una de las mejores cosas de la actual clase Imoca es que en sus regatas hay varias competiciones dentro de una misma competición. Sabido es que los últimos diseños tienen una ventaja teórica, por lo que los participantes se fijan mucho en las clasificaciones no oficiales entre barcos de la misma generación o semejantes (barcos con hidroalas añadidas o sin ellas).
Esto es especialmente claro en el ranking de los barcos sin hidroalas, es decir, con orzas de toda la vida. Se trata normalmente de navegantes con presupuestos y equipos mucho más reducidos que los de los grandes favoritos, y la mayoría de las veces con barcos también más antiguos (la excepción es la construcción de dos nuevos veleros con orzas, a cargo de Jean Le Cam y Éric Bellion, contrarios tanto a la navegación de altura con hidroalas como a los presupuestos desproporcionados que se comportan).
El gran vencedor de estas dos transatlánticas entre los barcos con orzas es sin duda el Monnovoyeur de Benjamin Ferré, que es el Macif con el que François Gabart ganó la Vendée Globe de hace 12 años.
Pero Ferré no puede dormirse en los laureles. El neozelandés Conrad Colman terminó menos de dos horas después, con su Mail Boxes Etc., que no es otro que el Groupe Bel construido en 2007.
Figuras emergentes
Además del éxito de Goodchild, otros nuevos nombres propios han destacado en estas dos transatlánticas. Violette Dorange, de tan solo 22 años, no parece acomplejada de codearse con los que no hace mucho eran sus ídolos y ha sacado un buen rendimiento del antiguo barco de Jean Le Cam, botado en 2007.
La clase ha confirmado también la aparición de una nueva estrella, la suiza Justine Mettraux (Teamwork.net). A bordo del antiguo Charal, acabó sexta en la Transat Jacques Vabre, segunda de los barcos de la generación anterior, y fue la primera en apostar por una nueva ruta en esta transatlántica: mientras la mayoría iba a buscar la tradicional ruta de los alisios, ella se atrevió a dirigirse hacia el Oeste, a sabiendas de que buena parte de la travesía la realizaría con vientos de proa: “Creo que si otros barcos hubieran apostado por nuestra opción, habrían podido ganar la regata, porque nosotros, con un barco más antiguo, hemos llegado pegados al grupo de cabeza”.
Esta doble transatlántica ha permitido también comprobar que Sam Davies parece haber recuperado las buenas sensaciones de su primera Vendée Globe, que terminó en cuarta posición. Su flamante Initiatives Coeur 4, diseñado por Sam Manuard (el introductor de las proas scow en la clase Imoca), puede dar mucha guerra en sus manos.
Y por guerra, la que protagonizó Tanguy Le Tourquais a bordo del Lazare, un Finot Conq de 2008. La desgracia se cebó con él en la primera transatlántica: tuvo que entrar en el puerto de Lorient por una vía de agua; volvió a zarpar seis días más tarde y llegó a Martinica cuando ya se había dado la salida del Retour à la Base. No por ello se arredró; tomó la salida 30 horas después que los demás, fue remontando posiciones y, con uno de los barcos más antiguos de la flota, acabó en un meritorio vigésimo puesto de 32 clasificados.
Heridas y roturas
Otros dos aspectos merecen atención de este final de temporada: la seguridad de los navegantes y las numerosas averías registradas. Especialmente grave fue la pérdida de conocimiento de Sébastien Simon, que se recuperó bañado en sangre y una herida en la cabeza que requirió que el propio Simon se aplicara 10 grapas, en un incidente que recordó la gesta de Bertrand de Broc cuando se cosió la lengua en la Vendée Globe de 1992. No fue el único que sufrió golpes en la cabeza como consecuencia de un brusco frenazo tras clavar la proa en una ola. ¿Se impondrá la necesidad de que en esos barcos hay que navegar (o al menos dormir) con un casco puesto?
En cuanto a las averías, se ha registrado la rotura de un mástil y una botavara (y ya son siete los palos rotos en un año) y cuatro mayores rifadas. Todo parece apuntar a que la mayor potencia de estos barcos y el aumento de la fuerza de los impactos en el agua debería comportar una revisión de los estándares de resistencia de los distintos materiales. Cierto es que la misma clase ha aconsejado que se refuercen los mástiles, pero quizás esto no es suficiente.
Entre los aspectos positivos, hay que destacar tanto el número de participantes en estas dos transatlánticas (40 en la Jacques Vabre y 32 en el Retour à la Base) como su internacionalización. Aunque se trata de equipos muy inferiores a los grandes nombres franceses, casi una tercera parte de los participantes en el Retour à la Base (y por tanto, aspirantes a correr la próxima Vendée Globe) eran no franceses, incluidos un chino, un japonés, un húngaro y un belga. En la Transat Jacques Vabre había copatrones de hasta 12 nacionalidades, entre ellas la española, con un Iker Martínez incorporado al equipo de Sébastien Simon.
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