Recibo un mensaje de un amigo que me recomienda un documental: Maiden, la historia de Tracy Edwards, la primera navegante que organizó una vuelta al mundo con una tripulación exclusivamente femenina.
Texto e ilustraciones: Isidro Martí Férriz
Y ha valido la pena verlo. El documental narra la determinación con que la pequeña pero tenaz navegante inglesa sueña, prepara, organiza, y patronea una tripulación formada exclusivamente por mujeres en la edición de 1989 de la Whitbread Round the World Race, la actual Volvo Ocean Race.
Lo de menos es que no gane la regata. Para cualquier navegante que haya cruzado esos océanos, el gran mérito de Edwards, donde demuestra que las mujeres pueden competir igual o mejor que los hombres, es cuando gana la segunda etapa, en el Índico Sur. Algún patrón de su clase argumenta que han tenido suerte. Dando por descontado que no existe la suerte más abajo de las Rugientes Cuarenta, Edwards y su tripulación demuestran su alto nivel competitivo ganado la siguiente etapa, más corta y técnica. Ella y sus compañeras se ganaron entonces el respeto y la admiración del resto de la flota y aunque no ganaran la regata, tuvieron un recibimiento en la llegada igual o mejor que el barco ganador.
El segundo gran mérito de estas mujeres es que supieron, comandadas por Edwards, poner a punto un barco de segunda mano, colocarlo en la línea de salida y, por si fuera poco, acabar la regata con un alto nivel competitivo, enseñando los dientes a reconocidos navegantes oceánicos y poniendo en su sitio a más de un supuestamente avezado periodista náutico que intentó ridiculizarlas pocos días antes de la salida.
Partiendo de la nada
Sigamos con los méritos. Tracy Edwards no provenía de la vela ligera olímpica, ni de la “nobleza” británica de la vela oceánica. No estaba apadrinada por ningún navegante ilustre inglés. Pocos años antes estuvo trabajando de cocinera en barcos de chárter, y en la edición de la Whitbread del 85 participó en la primera etapa en el Norsk Data, antiguo Great Britain, cuando ya era un barco antiguo y la tripulación pagaba los gastos a escote. En Ciudad del Cabo logró subirse como cocinera en un maxi, el Portatán, un gran barco tripulado por expertos sudafricanos. Brutos, pero buenos navegantes y nobles. Hicieron un gran papel en esa etapa, pero no lograron ganar la regata por averías que no vienen a lugar.
Todo esto lo sé porque sale de pasada en el documental y porque tuve la suerte de conocerla. Poco, pero lo suficiente para entender que fue allí donde quedó hipnotizada por las latitudes australes, las que se meten en el alma del navegante que tiene la suerte de cruzarlas. En esa edición la segunda etapa no se cobró ningún tripulante caído por la borda, como las estadísticas nos indicaban. En la edición del 89, sí que hubo accidentes mortales, como aparece en el documental.
Sea como fuere, en el 85 se mete en la cabeza de la navegante inglesa un sueño difícil de cumplir: participar en la siguiente edición comandando su propio proyecto. Si había aguantado de cocinera en un maxi sudafricano podría aguantar cualquier cosa. Les aseguro que cocinar en un velero de 24 metros en las latitudes australes es uno de los peores y más duros oficios que me puedo imaginar.
Recuerdos y cambios
El documental tiene tanta información que llevo semanas pensando en ideas para este artículo. La primera es que la vela oceánica es uno de los pocos, por no decir el único, deportes de alto nivel que fue feminista hace más de treinta años. En las reglas de la regata no se especificaba el sexo de los patrones y tripulantes. Se podía participar con tripulaciones masculinas, totalmente femeninas o mixtas. Piensen en todos los deportes que dividen a hombres y mujeres. Entonces y en la actualidad.
El segundo punto interesante es que Tracy Edwards hipoteca su casa para comprar un barco de segunda mano, armarlo y montar una tripulación. Entonces los presupuestos de la regata no eran tan desorbitados como los de ahora, mientras sesudos analistas se preguntan por qué hay tan pocos participantes en la Volvo Ocean Race.
El tercer punto a destacar es que el único patrocinador que se atreve a apoyarla fue la financiera de las líneas aéreas de Jordania, sutilmente motivada por el rey Hussein de ese país. La casualidad es que el monarca había conocido a Tracy pocos años atrás como cliente de un chárter, y supo ver en la pizpireta pero valiente británica la determinación y la capacidad de liderazgo. En el 85 la animó a embarcarse en el Norsk Data y en el 89 la avala frente a las líneas aéreas. El rey no era tonto, no fue una frivolidad: la campaña del Maiden fue impecable, muy mediática y todavía hoy genera documentales. Navegaron, compitieron, acabaron la regata representando al patrocinador con profesionalidad y seriedad.
No soy dado a cultivar la nostalgia. No les negaré que mientras veíamos el documental, no pude soltar a mis hijos: “yo estuve en esos mares…”, pero la verdadera nostalgia que me invade es la que me demuestra que quizás esos tiempos ya han pasado, cuando una joven navegante inglesa dice no sentirse feminista, tan solo desea cumplir un sueño. Cuando los presupuestos se hacían en servilletas de papel manchadas de cerveza en los bares, cuando todavía había personas que apostaban por un proyecto mirando a los ojos del que se la tenía que jugar a temperaturas bajo cero con olas monstruosas en unas latitudes donde no llegaban los rescates, a sabiendas de que el único que te podía ayudar era el barco más cercano, que probablemente tenía problemas similares a los tuyos.
Tracy hipotecó su casa. Poco dinero, pienso, para cumplir un sueño. La determinación y el empeño que puso después no tienen precio. Su íntima amiga, que cierra el documental, expresa lo que les dice a jóvenes de hoy algo desubicados: “¿Queréis que os cuente la historia del sueño de una chica que…?”
La Volvo Ocean Race actual juega en otra liga, las decisiones se toman en despachos de bancos y aseguradoras, asesorados por expertos en desgravaciones fiscales.
Personas como Tracy me han hecho pensar que Moitessier y Julio Villar tuvieron dignos sucesores en los 90. Mucho mejor: sucesoras.
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