Ahora sí, después de hablar de los armadores en el artículo anterior, hoy toca referirnos a los patrones, o mejor dicho, al patrón. Texto e ilustración de Isidro Martí.
El patrón del barco es el responsable del mismo. Después de muchos años de formar a patrones y capitanes, he constatado que son muchos los que piensan que el título de patrón te permite, a la vez que te obliga, a llevar el barco. Es decir, como el carnet de conducir, que el que lo tiene es el que conduce el coche. Parece una tontería, pero el título de patrón no tiene que ver nada con el del carnet de conducir. En un barco el timón o la rueda lo puede llevar cualquiera, mientras que el Patrón es el responsable.
Es bastante común leer de tanto en tanto en la prensa no especializada, tras un accidente marítimo, que el patrón o capitán no estaban en el puente en el momento del siniestro, y lo que es todavía mucho peor — para el cronista que no se ha documentado previamente— que dicho patrón estaba… ¡durmiendo en su camarote! Claro, ¿qué se esperaban? ¿que el capitán es un ser dotado de cualidades sobrehumanas que le permiten no dormir, no descansar y permanecer 24 horas al día durante muchos días agarrado al timón? Suena absurdo, pero les aseguro que son bastantes los artículos o noticias que ni siquiera han sospesado otra alternativa que no fuera que el patrón estuviera desarrollando sus labores sin descanso.
Por supuesto no me refiero al caso del Concordia que precisamente no fue así: en el tristemente famoso Concordia, el capitán estaba en el puente. Pero parece ser que no ejercía de capitán, para su posterior desgracia.
Bien, volvamos a nuestro asunto. El patrón es el responsable. No es el que “conduce” el barco. Precisamente es el que decide quién va a llevar el timón, cómo se harán las guardias para que la tripulación — incluido él mismo— pueda descansar durante una larga navegación. Porque, aunque parezca inaudito para muchos, el patrón ha de descansar, dormir, incuso comer y cumplir otras obligaciones vitales que creo que no es necesario que describa con más detalle. Es humano. No es infalible. Puede cometer errores. Incluso los comete de tanto en tanto.
Por eso, ser un buen patrón no es tener un título, no es ser el propietario del barco, tampoco es ser el que mejor lleva la caña. Incluso no es necesario que sea el más guapo. Ser un buen patrón es saber organizar una tripulación, poder trabajar en equipo, valorar las cualidades de cada uno, distribuir los trabajos y las responsabilidades con lógica y sentido común.
Ya sé lo que estás pensando, querido lector: entonces, ¿cómo se elige al patrón? Ante lo que no me queda más remedio que responderte: ¡ah!, si fuera tan fácil…
Pero vamos a intentarlo. Primero hemos de definir dos grupos, crucero y regata. En los barcos de crucero casi siempre el patrón es el armador. El propietario del barco ejerce de patrón, se sacará el título si lo cree conveniente y será el que decida cómo se hacen las cosas y casi siempre será el que lleve la caña o el timón, al menos durante los momentos importantes o conflictivos.
Pero eso será en el caso de que no necesite o decida llevar un patrón profesional. En el grupo de crucero, cuando la eslora del barco sobrepasa una medida manejable, es lógico contratar a un profesional que se haga cargo del barco durante el año y sobre todo, que se responsabilice de las navegaciones veraniegas. Entonces el propietario ya no ejerce de patrón y pasa al estatus de armador —véase artículo anterior sobre armadores—. Muchos armadores suelen ejercer de patrones, o mejor, de capitanes, en el momento que creen conveniente. Es muy importante que hablen previamente con el patrón profesional cómo van a gestionar estos turnos de mando para que no se generen tensiones, o lo que es peor, fallos en la cadena de decisiones que pueden llevar al barco a una avería o accidente.
LA REGATA
El mundo de la regata es más complejo. Pero también es más práctico: se busca el resultado, la eficacia. Entonces el patrón no tiene por qué ser el armador, ni siquiera el caña. El patrón es habitualmente el más experimentado, el que es capaz de desarrollar esas dotes de organización y de selección de la tripulación. Un buen patrón de regatas no tiene por qué ser el mejor caña, ni el mejor táctico. Es el que es capaz de llevarlos a bordo para que den lo mejor de sí mismos sin que se sientan infravalorados.
El secreto es que lleguen a pensar “Yo sé más que el patrón, pero me deja hacer mi trabajo sin pisarme ni ponerme trabas, y lo que es mejor, valorando delante de todos mi buen hacer, sin apuntarse medallas que me corresponden a mí”. No es fácil ser patrón en estas condiciones. Los egos en el deporte son muy grandes, como es lógico, y en el mundo de las regatas no tenemos una excepción. Las decisiones durante una regata, y sobre todo, en la salida, se toman en segundos.
Entonces el patrón ha de tener sangre fría y dejar al caña decidir sin llevarle la contraria. Esto es sólo un ejemplo, pero me sirve para definir la figura del patrón, que en las regatas se parece más al de entrenador clásico de muchos otros deportes. En el perfil de patrón, ya sea de crucero, crucero con profesional o regata, caben infinidad de definiciones, que como hemos visto serán muy variadas, pero podríamos acotar algunas de ellas.
Ha de tener experiencia, o como mínimo ha de navegar con alguien que la tenga y sepa motivarlo y prestarle atención. Ha de ser humilde, y trabajar en equipo, escuchando a toda la tripulación y motivándola a la vez.
Por supuesto el patrón ha de ser una persona previsora, organizando la navegación mucho antes de iniciarla, en la preparación del barco y la selección de la tripulación, aunque sea familiar o de amigos. Y algo que muchos no contemplan: ha de ser, o al menos intentarlo, un buen profesor. Porque tendrá que explicar a su tripulación muchas cosas que él sabe pero el resto no. Desde detalles domésticos o temas más técnicos. Les deseo mucha suerte este verano. Ejercer de patrón es un privilegio. Navegar con un buen patrón es un placer.