El sprint final decidió muchos vencedores de la gran clásica transatlántica en solitario
Quienes encabezaron la travesía del Atlántico durante mucho tiempo se inclinaron en las últimas 48 horas
Kiku Cusí
La Ruta del Ron es una regata legendaria. Su leyenda empezó hace ya casi medio siglo, en su primera edición, cuando el pequeño trimarán amarillo de Mike Birch se impuso casi sobre la línea de llegada al enorme monocasco de Michel Malinovsky y ganó por tan solo 98 segundos. La leyenda sigue repitiéndose una y otra vez; no por una diferencia tan pequeña entre el ganador y el segundo clasificado, pero sí por los cambios de liderazgo en las últimas millas. El acercamiento a Guadalupe y la vuelta a la isla, a sotavento de los alisios, tras cruzar el Atlántico en solitario, permiten a menudo que los perseguidores den caza a los perseguidos. Este año no ha sido una excepción.
Al menos en tres de las seis categorías —Ocean Fifty, Imoca y Rhum Multi— quienes lideraban claramente la flota en mitad del océano han tenido que inclinarse en la línea de llegada. Le sucedió al joven Quentin Vlaminck (Ocean Fifty), a quien el veterano Erwan Le Roux consiguió poner nervioso hasta hacerle caer en un error en las últimas millas; le pasó también a Charlie Dalin (Imoca), que vio cómo Thomas Ruyant se le echó encima cuando los imocas entraron de lleno en la zona de los alisios; y también Loïc Escoffier logró superar a Roland Jourdain al final, después de que el líder destacado, Gilles Buekenhout, sufriera el vuelco de su trimarán a 225 millas de la isla caribeña cuando tenía la victoria prácticamente asegurada fruto de una clarísima ventaja.
Un sprint durísimo
Dicen que la Ruta del Ron es un sprint. Para algunos (para los mejores Ultimes), se trata de un sprint de menos de una semana; para otros, de 11 días; y para las categorías menos rápidas, de un par de semanas o algo más. Pero lo que es seguro es de que se trata de una regata muy dura; al menos, así lo aseguran los vencedores y así se aprecia por su agotamiento, físico y mental, tras cruzar la línea de llegada.
Este año no ha sido una excepción. Yoann Richomme, por ejemplo, aseguró tras vencer en Class 40: “En cada minuto de la regata pensaba que el barco se iba a romper.” Porque ha habido dureza al principio, cuando los participantes se enfrentaron a sucesivos frentes, con rachas en algunos casos de más de 50 nudos y olas de cara de hasta 6-7 metros; y dureza cuando finalmente (bastante más tarde que en otras ediciones) alcanzaban los alisios, que se mostraron más fieros e inestables de lo que dice la leyenda.
Estos alisios soplaron por lo general entre 20 y 30 nudos y se vieron alterados por numerosos chubascos, con un viento que rolaba hasta 30 grados y subía de repente a 35 o incluso 40 nudos. Los navegantes, por tanto, tenían que estar constantemente en alerta tanto para evitar un accidente en forma de trasluchadas involuntarias o averías (o vuelcos, en el caso de los multicascos), como para no quedar succionados en la zona sin viento debajo de algunas nubes.
Esta Ruta del Ron ha puesto también de manifiesto que los barcos oceánicos de regata son hoy mucho más duros que hace unos años. No se trata solo de la supresión de las comodidades propias de los barcos de crucero, sino sobre todo de la violencia de los movimientos: aceleraciones y frenazos que obligan a los navegantes a agarrarse casi permanentemente incluso en el interior de las cabinas para no salir despedidos. Los únicos que se salvan son los barcos de las dos categorías Rhum, reservadas de hecho a barcos de crucero.
El fin de un largo reinado
Esta evolución ha llegado también al relevo de los diseñadores vencedores. Por primera vez desde 1990, esta Ruta del Ron no la ha ganado un barco surgido del lápiz y los ordenadores de VPLP: el triunfo absoluto ha sido para el maxitrimarán Edmond de Rothschild, diseñado por Guillaume Verdier. Sí era un VPLP el Ocean Fifty vencedor, seguido muy de cerca por el Arkema, dibujado por un colaborador de Verdier en la Copa América, Romaric Neyhousser.
Otro diseñador que se ha reivindicado en esta Ruta de Ron es Marc Lombard, que firma el vencedor en Class 40 y en Rhum Mono.
Pese al incremento de participación extranjera —con representantes de hasta 14 países en la línea de salida—, Francia sigue dominando a placer la navegación en solitario: ha ganado en las seis categorías, y solo se le ha escapado una de las 18 plazas del podio (el segundo puesto del italiano Ambrogio Beccaria en Class 40).
El catamarán de fibra de lino acaba segundo
El We Explore estuvo a punto de adjudicarse la victoria, aunque este no era el objetivo de su patrón, Roland Jourdain. El veterano navegante, vencedor de dos ediciones de la Ruta del Ron en la clase Imoca, quería demostrar que es posible construir barcos respetando el medio ambiente más de lo que se hace habitualmente. Su apuesta era que un catamarán Outremer de 18 metros fabricado al 50% en fibra de lino completase la travesía del Atlántico. No solo la completó, sino que terminó segundo en la categoría Rhum Multi.
“Nunca hubiera imaginado conseguir un podio con mi bebé de lino. El concepto ya ha sido probado; es fuerte y funciona. Evidentemente, no hemos roto nada, y estoy supercontento”, aseguró Jourdain a su llegada a Guadalupe. “El objetivo era completar la travesía y hacer hablar del tema, demostrar que, desde el punto de vista técnico, los materiales alternativos tienen futuro, también en el mundo de las regatas oceánicas por poco que se quiera pensar seriamente en ello.”