Patrones, tácticos, navegantes, armadores… sí, pero todos ellos no pueden realizar su trabajo sin la fundamental ayuda del tripulante. Vamos a ver qué normas básicas han de seguir los esforzados ayudantes de cubierta. Texto e ilustraciones de Isidro Martí
Ante todo hemos de distinguir entre tripulante y pasajero. Éste último se embarca con las ideas muy claras: lo han de transportar de un puerto a otro y nadie espera a bordo que trabaje o ayude en las tareas propias de la navegación. Más bien al contrario, al pasajero se le ha de alimentar y ofrecer un camarote agradable donde descansar.
El tripulante, por otra parte, está a bordo para llevar a cabo las tareas necesarias para que el barco navegue. Está bajo las órdenes del patrón o capitán. Existen varios niveles de tripulantes, clasificados según la experiencia que aporten: desde el que no tiene la menor idea, hasta el más experto, que aporta sus conocimientos para la navegación. Y aquí llega el primer consejo: tanto el patrón como el tripulante han de establecer previamente a la navegación cuales serán exactamente las funciones que aquél desarrollará a bordo.
Este es sin duda trabajo de organización del patrón, pero aquí el buen tripulante puede ayudar mucho. No es necesario que tenga una gran experiencia, pero sí que será muy constructivo que explique con claridad y sinceridad lo que sabe hacer y la experiencia que puede aportar al barco. A lo mejor no es un excelente navegante, pero si es bueno cocinando puede alegrar la vida durante las navegaciones y travesías.
La historia de Paul
Tuve la suerte de hacer amistad con Paul Von Zalinski, tripulante del mítico Ceramco New Zealand en la Vuelta al Mundo de 1981. Junto a Peter Blake y su tripulación, revolucionaron el concepto de competición oceánica, y con un barco más pequeño que el favorito consiguieron navegar a la misma velocidad. No ganaron la regata por una desafortunada rotura de palo, pero fueron los ganadores para muchos aficionados, entre los que me encuentro.
Pues bien, Paul me explicó, años después, cómo consiguió embarcarse en el proyecto. Peter Blake hizo una selección de tripulantes muy al estilo anglosajón, por experiencia y capacidad de equipo. Paul sabía que estaba en un país con un altísimo nivel de navegantes, de los mejores del mundo, entonces y ahora. Fue hábil en su decisión: se apuntó como cocinero. Sabía que muchos otros le superaban en currículum náutico, y pocos querían apuntarse como cocineros.
Consiguió el puesto, y en la regata de 1985, a bordo del Lion New Zealand, donde nos conocimos, y volvió a participar como tripulante y hombre de confianza de Peter Blake. Años después sería el patrón de la goleta particular de Blake. El ejemplo es válido: de cocinero a patrón.
Y de aquí extraemos la segunda lección. El tripulante ha de tener claro que está aprendiendo. Si en el artículo que dedicamos hace unos meses al buen patrón explicamos que éste ha de ser didáctico y explicar las cosas con claridad, entonces la obligación del tripulante es ser una esponja de conocimientos. Porque, amigos míos, después de haber recorrido muchas millas, les puedo confesar un secreto: a navegar se aprende navegando, y si se consigue embarque con los mejores entonces no hay universidad o escuela que pueda competir con esa experiencia.
Bien, ya tenemos un tripulante que ha sido sincero con su patrón y le ha transmitido sus conocimientos. Entonces llegan otros consejos: el tripulante ha de ser serio, cumplir sus compromisos, y si se decide un calendario de regatas o de entrenamientos, o travesías, ha de cumplir con lo que se compromete. La ilusión hace que sea apetitoso apuntarse a todo, y después resulta que las obligaciones familiares y profesionales impiden cumplir con lo acordado. Se ha de ser realista y sincero con uno mismo. Todos somos humanos y se puede fallar alguna vez, pero les aseguro que muchos patrones prefieren tripulantes inexpertos con los que puedan contar antes que con expertos informales, impuntuales o imprevisibles en su calendario.
La buena relación
Y aquí viene la parte interesante de la relación: si patrón y tripulante se ponen de acuerdo, se inicia un intercambio mutuo de experiencia y colaboración, que si se ha hablado previamente, hará que las navegaciones futuras sean enriquecedoras para ambos.
Les parecerá que lo que les cuento sólo es válido para regatas, pero creo que también lo podemos aplicar en el ámbito del crucero, de la navegación familiar y del chárter.
Todo lo que se hable antes, se organice y se debata antes de la travesía ahorrará muchos problemas, sorpresas y desengaños. Hagamos un pequeño test de prueba: ¿Qué espera el patrón del tripulante? ¿Y el tripulante del patrón? ¿Cómo se va a organizar la travesía? ¿Cuál será su posición en el barco? ¿Qué derechos y obligaciones tiene cada uno?
Aunque suene muy frío les aseguro que es una buena terapia. Porque nos olvidamos de que no sólo se navega en cubierta. También hay obligaciones en tierra, compras previas, estiba, orden de equipos y material. Y no hablemos de la parte económica. Gastos compartidos, fondo común o lo que toque en cada momento y situación.
Y ahora queda lo más importante. La parte humana. La convivencia. Si se han hecho bien los deberes previos tanto por parte del patrón como del tripulante, ya se ha avanzado mucho y las expectativas están bastante claras.
La navegación es una experiencia humana inigualable, pero hay que tener muy claro que la convivencia en un barco es complicada y se desarrolla en un espacio reducido que se mueve y donde muchos se marean. Cuando la gente se marea padece una indisposición pasajera pero que puede llegar a ser muy desagradable para el afectado y su entorno.
El mejor tripulante es el que ayuda a resolver problemas e intenta generar los mínimos, es el que está de buen humor, que convive siendo autónomo, ordenado con sus cosas y en el camarote, el que siempre da un poquito más de lo que recibe. Este consejo no requiere experiencia previa ni técnica depurada, pero les aseguro que un Patrón inteligente valora enormemente estas cualidades. Y a cambio transmitirá sus conocimientos al tripulante, porque la técnica se puede obtener, pero la educación y la buena convivencia se suelen llevar puestas al salir de casa.