Emoción a raudales en la salida de los 40 participantes por el canal de Les Sables d’Olonne.
Autor: Kiku Cusí
Tras el silencio sepulcral y el vacío que la pandemia impuso en la salida del canal del puerto de Les Sables d’Olonne hace cuatro años, esta vez la emoción rebosaba a raudales: una muchedumbre de 400.000 personas vitoreó uno a uno a los 40 solitarios que se lanzaban a la vuelta al mundo sin escalas. Y tras la emoción, la tranquilidad: el golfo de Vizcaya se mostró benigno con la flota de la Vendée Globe. Sin ningún frente frío ni borrasca a la vista, los navegantes pudieron transitar con suavidad hacia su vida ajena a los avatares exteriores. Sin que ello significara que las cosas les fueran sencillas.
Pese a que el mar y el viento les eran benignos, no todos pueden decir lo mismo de sus barcos, siempre dispuestos a dar disgustos o, al menos, a complicar la vida al más previsor. Y si no, que se lo pregunten al germano Boris Herrmann, el que teóricamente parecía más preparado de toda la flota y que poco antes de salir había confesado que su Malizia-Sea Explorer estaba preparado para zarpar desde hacía varias semanas. A las primeras de cambio, en la primera noche, le falló el piloto automático, concretamente el pistón hidráulico. También Nicolas Lunven tuvo problemas con un timón, y Thomas Ruyant descubría que tenía una vía de agua en el compartimento de proa.
Los barcos con orzas aprovecharon las condiciones benignas para lucirse un poco en los puestos delanteros, pero los favoritos pronto impusieron su ley aprovechando la dureza de las condiciones en Finisterre. Apenas cinco días después de la salida, los 15 primeros clasificados eran Imocas provistos de hidroalas, y todos excepto dos (Sam Goodchild y Justine Mettraux) llevaban barcos de última generación; se había batido el primer récord de millas recorridas en 24 horas en solitario (546,60, a cargo de Lunven, a una media de 22,775 nudos), y también se habían producido las primeras pérdidas de velas.
Aún es pronto para saber quiénes de los favoritos antes de la salida confirmarán su superioridad sobre el resto de la flota. En los primeros días se han sucedido diversos cambios de líder, pero los Lunven, Charlie Dalin, Yoann Richomme, Jérémie Beyou, Ruyant, Sébastien Simon, Herrmann y compañía forman un pelotón más o menos compacto, en compañía de los ya citados Goodchild y Mettraux, además del veterano Louis Burton.
La batalla por el mejor diseño
En cuanto a los barcos con orzas, todo apunta a una dura lucha entre el Monnoyeur de Benjamin Ferré y su protector Jean Le Cam, que casi lo dobla en edad y que hace apenas cinco años lo animó a lanzarse a la vela oceánica; el primero a bordo del antiguo Macif vencedor de la Vendée Globe de 2012 y el veteranísimo Rey Jean con un barco nuevo, el primer Imoca diseñado por David Raison, el inventor de las proas redondas en los minis y los Class 40. Aunque no sirve de precedente, en esta primera semana se ha reproducido una característica de la Vendée Globe de hace cuatro años: los cambios meteorológicos frenan los barcos en cabeza y la flota se reagrupa, cuando lo más habitual es que los delanteros pongan los pies en polvorosa y abran un hueco a su popa. ¡Cinco días después de la salida, hay nada menos que 16 barcos en menos de 100 millas!
En estas condiciones, es imposible adivinar qué diseño se llevará en gato al agua. Como se sabe, nada menos que cinco diseñadores distintos firman los 13 barcos nuevos participantes: Guillaume Verdier, VPLP, Sam Manuard, Koch-Conq y David Raison, este autor de los dos únicos barcos nuevos sin hidroalas para Le Cam y Éric Bellion.
Lo cierto es que las condiciones en la primera semana han sido un tanto anómalas, consecuencia del desplazamiento del anticiclón de las Azores, situado muy al norte, y la aparición de la DANA al WNW de Gibraltar. Todo ello ha comportado la inexistencia de los clásicos alisios y un viento muy irregular, con numerosos chubascos. Como ha explicado Jean Le Cam, “lo normal, cuando llega un chubasco es que el viento suba unos 10 nudos, por lo que de los 10-15 nudos tienes 25; ¡pero aquí hemos pasado de los 7 a los 38!” Con semejante inestabilidad, es normal que muchos se quejen de dormir poco y pasar noches en blanco.
La benjamina Violette Dorange arrasa
Mientras buena parte de la atención de la Vendée Globe está puesta en la evolución de los mejores y la lucha por los puestos de cabeza, esta mítica vuelta al mundo en solitario tiene otros importantes atractivos. Y si no, que se lo pregunten a los más de 570.000 seguidores que la benjamina Violette Dorange, de tan solo 23 años, tiene en sus redes sociales. Porque la Vendée Globe, además de ser una regata, es también una aventura, o muchas aventuras, las que protagonizan los 40 solitarios que tomaron la salida en Les Sables. Y estas aventuras, de las que no suelen hablar quienes luchan por la victoria, son lo que ha hecho famosa la más popular de todas las circunnavegaciones.
Sorel, primer abandono
La noticia negativa de la primera semana fue el abandono de Maxime Sorel tras una avería y una torcedura de tobillo mientras intentaba poner un rizo en la mayor, que se había quedado bloqueada. Al final, cualquiera de los dos incidentes era más que suficiente para impedirle seguir adelante: apenas podía poner el pie en el suelo y la reparación del raíl del palo –arrancado a lo largo de tres metros– estaba fuera del alcance de una sola persona y exigía la entrada en astillero.
El francés ha sido el primero en tirar la toalla. No será el último en tener que hacerlo. Porque aunque cada vez nos acostumbremos más a seguir desde casa a estos navegantes, nadie puede pretender que dar la vuelta al mundo a vela sea coser y cantar.
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