Dalin pulveriza la mejor marca anterior de 74 días y completa la vuelta al mundo en menos de 65 días.
Autor: Kiku Cusí
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Antes de empezar, la décima edición de la Vendée Globe ya había batido diversos récords, especialmente el de la participación. Pero esta vuelta al mundo en solitario sin escalas no quería pasar a la historia únicamente por sus 40 Imocas en la línea de salida y los 13 no franceses, y los participantes se han empeñado en que sea la edición más exitosa hasta ahora, empezando por la vuelta al mundo más rápida realizada jamás por un navegante solitario en un monocasco: Charlie Dalin paró el cronómetro a los 64 días, 19 horas, 22 minutos y 49 segundos. Y no fue el único en mejorar el récord de 74 días establecido por Armel Le Cléac’h en 2017; también lo hicieron Yoann Richomme, segundo, y Sébastien Simon, tercero; todos ellos a bordo de Imocas de última generación.
Y eso pese a que el principio de la regata fue lento: la ausencia de los alisios retrasó el avance de la flota. Poco después de cruzar el Ecuador, sin embargo, los 10 primeros se colocaron delante de un frente frío que los catapultó hasta Buena Esperanza. Mar relativamente plana y viento constante del través de entre 22 y 26 nudos les permitieron batir, una y otra vez, el récord de las 24 horas en monocasco y en solitario.
Un ritmo infernal
Era un ritmo diabólico y no todos pudieron aguantarlo. Uno de los que sí lo hizo, Yoann Richomme, incluso se preguntó si era lo más conveniente a largo plazo; pero resistió, consciente de que quienes se descolgaran de la cabeza de la flota se quedarían atrás irremediablemente. “Sabía que, si me relajaba, perdería toda posibilidad de acabar entre los cinco primeros; la regata realmente se decidió allí”, confesó tras llegar a Les Sables.
El cuarteto de cabeza (Simon, Dalin, Richomme y Thomas Ruyant) pronto se redujo a una simple pareja: Dalin y Simon se lanzaron hacia el sur delante de una enorme borrasca, en una apuesta muy arriesgada: si la depresión los alcanzaba, quedarían engullidos por vientos de 60 nudos y olas de 8 a 10 metros.
Allí se produjo el segundo gran corte, porque el resto de la flota optó por la prudencia y una ruta más al norte, que colocó a los primeros perseguidores a 550 millas del líder. Poco después, Simon pagó su osadía con la rotura de la hidroala de estribor.
La bajada del Atlántico y el inicio del Índico habían realizado una gran selección. Pero el resultado final de la vuelta al mundo aún no estaba decidido. Se sabía que los barcos de Richomme y Ruyant (entonces tercero y cuarto) estaban especialmente diseñados por Antoine Koch y Finot-Conq para las condiciones del océano Austral. Richomme supo aprovechar toda la potencia de su Paprec-Arkéa para ir recuperando milla a milla la distancia que lo separaba de los dos líderes, con barcos más polivalentes diseñados por Guillaume Verdier.
La meteorología sonríe a los líderes
Con Simon descartado por la ausencia de una hidroala, la lucha por la victoria quedó circunscrita a la batalla entre Richomme y Dalin, que doblaron el cabo de Hornos con una diferencia de tan solo ¡nueve minutos y medio! Los líderes habían recorrido el Gran Sur, de Buena Esperanza a la punta austral de Sudamérica, en apenas 23 días.
Por detrás, las diferencias eran cada vez mayores, y no solo por el ritmo de los dos primeros. La meteorología, que tanto perjudicó a los líderes hace cuatro años, esta vez parecía sonreírles, proporcionándoles unas condiciones de navegación casi perfectas. Dalin confesó a su llegada que en el océano Austral nunca había tenido más de 40 nudos de viento, y que en la subida del Atlántico no había realizado ni una sola virada entre Brasil y la punta de Bretaña, casi al lado de la línea de llegada en Les Sables d’Olonne. Sus perseguidores, en cambio, veían cómo las puertas se iban cerrando una tras otra, mientras las averías frenaban además el progreso de este pelotón.
Dalin navega menos millas
Como se preveía, la subida del Atlántico favoreció a Dalin, cuyo Macif Santé Prévoyance estaba diseñado para las condiciones habituales en este océano en el que, tras resistir en el Gran Sur, se decide el vencedor de la Vendée Globe. Y tras cuatro años de pensar en cómo mejorar las dos horas y media que lo apartaron de la victoria en la edición de 2020, el gran favorito logró el triunfo con el que tanto había soñado.
El tiempo estratosférico de la vuelta al mundo de Dalin (27.668 millas recorridas a una media de 17,79 nudos, frente a las 28.326 de Richomme, a una media de 17,95 nudos) no puede eclipsar otras singularidades de esta Vendée Globe tan excepcional, que ha confirmado definitivamente la superioridad de los Imocas con hidroalas sobre los barcos con orzas: no solo son mucho más rápidos, sino que ahora han conseguido también una gran fiabilidad.
Lo demuestran, por ejemplo, las nueve mejoras consecutivas del récord de las 24 horas conseguidas por diversos navegantes en la bajada del Atlántico Sur, donde superaron repetidamente las millas recorridas en un día, hasta que Sébastien Simon consiguió 615, a una media de más de 25 nudos. Antes de la salida, el récord estaba en 540 millas; ¡una mejoría de 75 millas en 24 horas, es decir, de más de 3 nudos! Simon ha sido la gran sorpresa de esta Vendée Globe: si Dalin y Richomme eran dos de los grandes favoritos, nadie contaba con una actuación tan destacada del patrón del Groupe Dubreuil, que en su preparación contó con la colaboración de Iker Martínez.
En esta Vendée Globe se han registrado más récords. El Ecuador-Buena Esperanza, el Buena Esperanza-Leewin, Buena Esperanza-Hornos, Hornos-Les Sables…
La magia de la Vendée Globe
Todos estos datos, sin embargo, no pueden esconder que la magia de la Vendée Globe es también otra: no solo es una gran regata (de hecho, diversas regatas dentro de una sola prueba), sino que para muchos de sus participantes es, sobre todo, una gran aventura, quizá la gran aventura de su vida y un gran descubrimiento de sí mismos.
Se entusiasman, por ejemplo, con una naturaleza en estado puro, lejos de toda civilización, en un mundo donde reinan los albatros y sus planeos sin fin; y descubren hasta dónde son capaces de superarse, hasta llegar a veces a la extenuación y el peligro de sufrir alucinaciones, como las confesadas por Clarisse Crémer y Benjamin Ferré.
Otro dato relevante de esta Vendée Globe: cuando llevamos ya 67 días de regata, solo se han producido seis abandonos. Y, por primera vez desde la edición de 2008, varios participantes han tenido que evitar la colisión con icebergs, muy al norte de la Zona de Exclusión Antártica. Un síntoma más del cambio climático y el progresivo deshielo de la Antártida.
“Hoy soy el hombre más feliz del mundo”
Por fin Charlie Dalin dio rienda suelta a sus emociones. Tras cruzar la línea de llegada en Les Sables d’Olonne, confesó exultante: “Hoy soy el hombre más feliz del mundo”. Se acababa de sacar una espina que tenía clavada desde 2021, cuando pese a llegar primero a Les Sables, tuvo que ceder la victoria a Yannick Bestaven por la compensación otorgada al acudir al salvamento de Kévin Escoffier. Y se comparó con Michel Desjoyeaux por ser los dos únicos que han conseguido cruzar en cabeza en dos ocasiones la línea de llegada, aunque solo el Profesor sea doble vencedor de esta regata.
“Siento una mezcla de euforia, de enorme alegría y de orgullo, especialmente por el trabajo realizado por todo el equipo y el apoyo incondicional de Macif. Hemos luchado cuatro años por este proyecto, desde la concepción del barco a su puesta a punto; es un logro colectivo, y el barco vuelve al 100%. He tenido problemas, pero lo he podido reparar todo, y esto me ha permitido remontar el Atlántico en modo regata, que es lo que quería”.
Sin grandes temporales
También Yoann Richomme saboreó su segundo puesto como una victoria real. Llegado al mundo Imoca hace tan solo tres años, para él “es un orgullo haber liderado un equipo desde una página en blanco al segundo puesto”.
Coincidió con Dalin en que los dos han tenido unas condiciones meteorológicas muy favorables: “Solo he sufrido un temporal de verdad, cuando tuve que tomar dos rizos en la mayor. (…) Estas condiciones han ido a la par con la velocidad de los barcos, porque cada nudo de velocidad ganado nos ha permitido encadenar mejor los sistemas meteorológicos y optimizar la navegación. Y he contado con una máquina extraordinaria”.
Richomme confesó que todo esto hubiera sido imposible si la suerte no le hubiera sonreído apenas 24 horas después de la salida, cuando de noche estuvo a punto de chocar con un pesquero, al que no había visto y con el que se cruzó a menos de 10 metros.
Simon tampoco escondió su alegría tras cruzar la línea de llegada y convertirse en el primer local de Les Sables d’Olonne en subir al podio de la Vendée Globe. Prometió volver dentro de cuatro años con el propósito de conseguir la victoria y aseguró en pleno éxtasis: “Es increíble cómo olvidamos los momentos difíciles, y sin embargo los ha habido”.
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