Hasta el 28 de este mes quien visite la ciudad de Sète, en la región francesa del Languedoc, podrá disfrutar de uno de los festivales marítimos más emblemáticos del Mediterráneo: cultura marítima, tradiciones de la gente de mar, música, gastronomía y el espectáculo de la vela tradicional, desde los grandes veleros hasta las goletas de cabotaje o la vela latina, todo ello concentrado en los muelles de uno de los más bonitos puertos de la costa mediterránea: Sète, la ciudad de Brasens y Paul Valéry.
En su última edición, en 2014, Escale a Sète reunió a 120 veleros tradicionales y contó con más de 250.000 visitantes, cifra que se ha incrementado este año hasta los 130 barcos y se espera que acudan más de 300.000 visitantes durante la semana que dura el evento en los muelles reales de la ciudad y que coincide con la celebración del 350 aniversario de la construcción del puerto.
Fue el Rey Sol, Louis XIV, quien decidió abrir, entre el Mont Saint Clair que preside la ciudad y la laguna de Thau, un canal que permitiese conectar el norte de Francia y la costa atlántica con el mediterráneo a través del Canal Du Midi, conectando Sète con Toulouse, y por tanto el Mediterráneo con la cuenca del Garona y el Atlántico. Los trabajos se iniciaron en 1666, hace ahora 350 años, y por esta razón la ciudad de Sète se ha volcado más que nunca en la celebración.
El puerto unía el Atlántico y el Languedoc con todos los países del Mediterráneo, permitiendo exportar a todos los países ribereños, y entre ellos España, especialmente hacia la ciudad de Barcelona con la que rápidamente se establecieron estrechos vínculos financieros, comerciales y culturales, convirtiendo la navegación de cabotaje entre ambas ciudades en una de las primeras autopistas del mediterráneo.
Por ello, este año, Catalunya es el país invitado al festival y también por ello, en la semana previa a la celebración de Escale a Sète, se ha celebrado en Barcelona, del 18 al 20 de este mismo mes, el encuentro Escala a Barcelona, Festa de la Cultura Marítima, para dar a conocer los vínculos entre ambas ciudades a través del patrimonio y la cultura marítimos. Durante tres días, el muelle de Bosch i Alsina, el Moll de la Fusta, de Barcelona acogió una variada programación de actividades familiares, demostraciones de oficios y tradiciones marineras, espectáculos, conciertos y muestras gastronómicas, preámbulo de lo que se está viviendo hasta el 28 de marzo en Sète.
Entre las embarcaciones que estuvieron presentes en Barcelona, y que están ahora amarradas en el puerto de Sète, se encuentran veleros tan emblemáticos como el buque escuela polaco Dar Miodziery, el portugués Santa María Manuela o el francés Le Marité y el ruso Shtandart En representación de Barcelona, han navegado hasta Sète el queche Ciutat de Badalona y el Rafael, y se ha organizado también un village catalàn que muestra acontecimientos y actividades vinculadas a la cultura catalana.
La flota catalana de ambos lados de los Pirineos, reunida en torno al San Ramoncuenta con una veintena de representantes, de los que espera que estén la mayor parte, entre los cuales el Farigola de Calella de Palafrugell, el Menjavent de Badalona, el Mestralo de l’Ametlla de Mar, el Quinocio de Cambrils, el Notre-Dame de la Consolation de Argelès, el Barcares, el AA de Banyuls de la Merenda, el sardinal de Colliure Rigorigo, elBelle Ange de Saint Ciprià, la goleta de pesca construida en 1956 en Argelia Jolie Biche, o el encantador Capità Rovira.
De hecho, todas las culturas mediterráneas se reúnen en Sète en este festival del que se han celebrado ya cuatro ediciones. Para la ocasión, decenas de cosedoras han trabajado durante semanas para confeccionar los vestidos típicos de la época, se ha reproducido el ambiente de los muelles evocando los tiempos en que estaban abarrotados de barricas de vino, fardos y productos procedentes del Atlántico y de Argelia, y se han organizado innumerables eventos gastronómicos mostrando la cocina Cetoise para que los miles de visitantes que abarrotan el puerto puedan conocer los platos típicos de la zona, como la popular empanada de pulpo denominada tielle, o la estrella de la gastronomía de la laguna de Thau: las célebres ostras de Bouzigues, y los vinos de la región, entre los que destacan las variedades de muscat y los pique-poul.
Uno puede visitar Sète en cualquier época del año —y motivos no faltan para hacerlo, como en las fiestas de las Justes o torneos sobre barcos a remo, o sencillamente la visita a los Mas a orillas de la laguna de Thau donde se cultivan las ostras— pero lo que se encontrará el viajero hasta el día 28 de marzo es un grandioso espectáculo de color, tradición, cultura, música y gastronomía que le transportará al siglo XVII sumergiéndole en lo que era el día a día en los muelles de la ciudad.
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