Los accidentes mortales son poco comunes en la náutica deportiva. Pero a veces ocurren y demuestran que la prevención y la prudencia son imprescindibles.Texto e ilustración de Isidro Martí
Voy a intentar narrar los hechos de la manera más fidedigna posible, porque la información me llegó de primera mano. En las pasadas vacaciones de Semana Santa, un aficionado joven de nacionalidad argentina compró un velero en la costa catalana, con la intención de llevarlo navegando a Ibiza, desde donde tenía que coger un avión para volar a Brasil.
Es difícil cuantificar la experiencia náutica que tenía, pero probablemente no era mucha, dado que buscó un acompañante con experiencia, un patrón, que lo acompañara hasta las Baleares.
El parte meteorológico anunciaba buen tiempo el primer día de vacaciones, pero durante la madrugada del jueves, visada de la llegada de un fuerte viento de poniente. Los participantes de la Ruta de la Sal y de la Ophiusa estaban avisados de la circunstancia. Si no me equivoco, ambas flotas llegaron a sus puertos de destino sin demasiados problemas graves. Los patrones estaban preparados y la mayoría de barcos son unidades equipadas y con tripulantes con experiencia. A los pocos días calmó y se pudo volver sin demasiados incidentes.
Recién comprado
Sigamos con nuestro velero recién comprado. Su eslora rondaría entre los 35 o 40 pies, era de segunda mano, y al ser un barco en venta superó las revisiones características que se realizan en estos casos. Jarcia, velas y motor pasaron sus respectivas puestas a punto y controles. El ilusionado propietario tenía mucha prisa por llegar a Ibiza, presionado por el billete de avión con fecha cerrada que le esperaba en la isla. Pero, además, me atrevo a imaginar la situación, dado que la he vivido muchas veces cuando he acompañado a compradores en su travesía de estreno: suelen estar ilusionadísimos, con unas ganas tremendas de navegar, de disfrutar de su nuevo barco, para llegar cuanto antes a su puerto base. Es natural y comprensible, la compra de un barco es el inicio de un sueño, y el subidón de adrenalina es inevitable.
Patrón y recién estrenado armador iniciaron la travesía costera desde el Maresme, pero en un acto de sensatez se detuvieron en el puerto de Aiguadolç, Sitges, cuando el fuerte viento de poniente ya arreciaba. Con perfecta lógica el patrón propuso al armador dejar el barco en puerto hasta que el viento amainara, para proseguir travesía a Ibiza en mejores condiciones. Las circunstancias así lo demandaban y el billete de avión podía o debía esperar. El patrón volvió a su casa y el armador se quedó en el barco.
Soltando amarras
A partir de aquí lo ocurrido sólo lo podría explicar el armador. Pero nunca lo sabremos con certeza. Parece ser que por la mañana soltó amarras rumbo a Ibiza sin esperar a que cambiara el parte. A las 24 horas no había llegado al puerto de destino, y al poco rato amigos y conocidos, y supongo que el patrón que le había acompañado, debieron empezar a dar las voces de alarma a Salvamento Marítimo y otros organismos porque se desconocía su paradero. Todos eran conscientes de la falta de experiencia del desaparecido. A los pocos días se localizaron los restos del casco hundido en la costa norte de Mallorca y tras no muchos más días el cuerpo del navegante argentino. Había sufrido un dramático accidente y barco y tripulante se habían perdido.
Suposición
Esto no es una crónica muy exacta, no me he documentado con detalle del modelo del barco, ni he hablado directamente con Salvamento Marítimo, pero creo que todo lo que he escrito es cierto según lo que leí y me contaron. La noticia me impresionó sobre manera, porque la viví de cerca —participé en la Regata de la Ruta de la Sal— y porque salió de mi puerto base, Aiguadolç.
La situación me recuerda a un relato de Josep Pla. Supongo que al despertarse por la mañana el ilusionado estrenado armador vio que el mar estaba plano —el viento soplaba de tierra—, y probablemente hacía sol, porque son condiciones meteorológicas que despejan la atmósfera. Además, en Sitges el viento de tierra suele calmar mientras que fuera arrecia súbitamente. Probablemente le dio el arrebato que nos ha dado a todos alguna vez: ¡Qué demonios, la aventura es la aventura, son 24 horas de pasarlo mal pero mañana estoy en Ibiza! Su ilusión, sus prisas fueron mortales. Me temo que, a media travesía, con un viento mucho más fuerte que el que había en tierra y una mar muy formada, con un fetch que levantaría buenas olas con rompiente, provocaron que perdiera el control del barco hasta que el temporal lo hizo abatir hasta la costa norte de Mallorca. Dicha costa es una belleza con buen tiempo, pero con viento de poniente es una muralla aterradora donde estallan las olas.
El relato de Pla es el de unos jóvenes inexpertos que sacan un bote a navegar en una noche de fuerte tramontana en el Empordà. Como en la playa a sotavento no hay olas y están al socaire del viento, no calculan las condiciones durísimas de temporal que hay fuera. Desaparecieron.
La importancia del parte
Nunca hay que salir con un parte anunciado de mal tiempo. Nunca hay que salir si no se dispone de la experiencia necesaria. Nunca hay que navegar solo. Actualmente los partes meteorológicos son muy fiables. El mar es un compañero romántico y alegre en la mayoría de las ocasiones, pero la Naturaleza es despiadada e inmisericorde cuando hombres y mujeres queremos desafiarla. Para travesías largas hay que llevar radio y radiobaliza para casos de emergencia.
Ne sé si hago bien o no, pero no he querido personalizar esta crónica con nombres, pero tengo que decir que el infortunado navegante no arrastró a nadie más al accidente, fue él el único que sufrió las consecuencias de una situación absurda pero demoledora.
Esto ocurrió en las aguas que navego habitualmente, con mis amigos, alumnos, mi pareja y mis hijos. Cuando vea la costa de Tramontana este verano al amanecer, sentiré la alegría característica, a la vez que una cierta tristeza y sentido homenaje a los soñadores.
Ante esto: prudencia, prudencia y más prudencia. Formación, experiencia e información en los partes meteorológicos. Material de seguridad, radio y radiobaliza.
Cuanto más loca es la aventura, más cuerdo ha de ser el aventurero.