El navegante francés VAN DEN HEEDE culmina con victoria su sexta vuelta al mundo en solitario al imponerse en la Golden Globe Race tras casi 212 días de regata, 102 menos que Knox-Johnston. KIKU CUSÍ
Jean-Luc Van den Heede es un digno sucesor de sir Robin Knox-Johnston, el primer navegante que dio la vuelta al mundo en solitario sin escalas. A sus 73 años, el navegante francés ha ganado la Golden Globe Race, la regata que ha conmemorado los 50 años de aquella efeméride (50 aniversario de la salida de la Golden Globe Race de 1968) que consagró al británico y también a Bernard Moitessier, que optó por retirarse “para preservar mi alma”, según explicó él mismo al renunciar a dirigirse a la línea de llegada.
Esta victoria es la guinda del palmarés de Van den Heede, que con esta regata ha completado seis vueltas al mundo en solitario (dos podios en la Vendée Globe,
otros dos en la BOC Challenge) y que desde 2004 mantiene el récord de la circunnavegación de Este a Oeste, establecido en 122 días. Un récord mucho más rápido que los 211 días y 23 horas que ha necesitado el mismo VDH para cubrir esta vuelta al mundo a la antigua, con un barco de quilla larga y sin electrónica a bordo (¡viva el sextante!). Hace 50 años, Knox-Johnston necesitó 313 para completar su travesía Falmouth-Falmouth.
El triunfo del antiguo profesor de Matemáticas parecía indiscutible cuando en el Pacífico Sur su ventaja sobre su más inmediato perseguidor, el holandés Mark
Slats, superaba las 2.000 millas. Sin embargo, el francés volcó el 5 de noviembre en una tormenta y su mástil quedó seriamente averiado. Durante tres días se dio a la fuga viento en popa, mientras se preparaba para retirarse en un puerto chileno. Sin embargo, acabó diciéndose que “jodido por jodido, lo vamos a intentar”. Consciente de que disponía de un aparejo de fortuna (exigido por las instrucciones de regata), optó por intentar doblar el cabo de Hornos y llegar lo más lejos posible.
EL OBJETIVO, LLEGAR
Hizo de tripas corazón (odia subirse al palo) y acabó trepando por el mástil nada menos que siete veces, para asegurar primero la conexión de los obenques bajos de babor, y después tensar las diagonales entre las dos crucetas. “Desde el cabo de Hornos, cada vez que inspeccionó el mástil el miedo me atenaza el estómago”.
Desde el incidente, Van den Heede dejó de navegar “en modo regata” y pasó a hacerlo “en modo transporte”, con el único objetivo de intentar llegar. Poco a poco su ventaja sobre Mark Slats se fue reduciendo hasta ser inferior (en distancia a la llegada) a las 50 millas.
Sin embargo, al final se impuso la experiencia. Tras cumplir una penalización de 18 horas en el Atlántico Norte por haber telefoneado a su mujer para advertirle de su vuelco y de que seguramente se dirigiría a Chile, Van den Heede optó por rodear el anticiclón de las Azores, mientras su rival se entestaba en una ruta directa a Les Sables d’Olonne, que lo llevó a las calmas y a los vientos de proa al este de las altas presiones.
FOQUES SIN ENROLLADOR
Mark Slats no dio nunca su brazo a torcer y su resistencia sorprendió a más de uno: el organizador de la regata, Don McIntyre, estaba convencido de que no podría superar el frío del océano Austral sin guantes (se los olvidó en tierra). El holandés también volcó (lo hizo en el Índico) y apretó los dientes cuando vio que VDH perdía potencial.
En la subida del Atlántico Sur tuvo mejor viento que su rival y además sacó a relucir el mayor potencial de su Ohpen Maverick: un metro y medio más de mástil (VDH redujo su palo antes de salir y está convencido de que gracias a esta decisión no lo rompió al volcar) y velas de proa con garruchos, que exigen más esfuerzo que las enrolladas, pero son más eficaces. Al final, Slats llegó dos días y medio después de Van den Heede.
Más de un mes más tarde cruzó la llegada el tercer clasificado, el estonio Uku Randmaa, con 20 kilos menos que en la salida (tuvo que racionarse la comida desde Hobart), pero satisfecho de haber cumplido el sueño de su vida y de su paso por el océano Austral: “Las olas, la soledad; las olas eran impresionantes, las miraba durante horas enteras y cada una era diferente”.
Cabe señalar que los tres primeros clasificados iban en un Rustler 36, diseñado en los años 80 por Holman & Pye, el mismo que dibujó el Puma 34, un barco muy popular en España en los años 70. Y los tres sufrieron los rigores de la organización, que los penalizó con tiempo por llamar por teléfono o por recibir información meteorológica a través de los radioaficionados.
En el momento de escribir esta crónica quedan dos participantes en regata: el norteamericano Istvan Kopar y el finlandés Tapio Lehtinen. Este está aún en el Atlántico Sur y con un casco recubierto de caracolillos.
LA HORA DEL BALANCE
Si no hay más sorpresas, en esta Golden Globe Race terminarán la regata cinco de los 17 participantes. La mayoría se han retirado por averías, y unos pocos al descubrir que la navegación en solitario no era lo suyo. Algunos zarparon sin estar preparados para una aventura de este tipo y el océano Austral ha demostrado que es tan fiero como lo pintan.
Con unos barcos que por su tamaño no pueden escapar ni posicionarse ante las borrascas, no queda más remedio que aguantar los temporales, a veces al ritmo de uno por semana. Sin olvidar que los grandes temporales no solo existen en los rugientes cuarenta y los aullantes cincuenta: tanto VDH como Slats vivieron su peor tormenta en el golfo de Vizcaya, cuando ya olían la llegada en Les Sables d’Olonne.