Página 115 - N & Y Magazine - Número 1

Al timón
[
CRUCERO PRÁCTICO]
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vista en el horizonte, lo cual ayuda a
equilibrar toda la caótica información
que están recibiendo sus sensores. No
es conveniente que lleve el timón mi-
rando al compás. El horizonte... ha de
fijar su vista en el horizonte.
Si el tripulante es incapaz de rea-
lizar cualquier actividad, es conve-
niente tumbarlo sobre una litera a
sotavento, en el lugar más estable del
barco. Se ha de luchar contra la manía
que tienen de quedarse en cubierta.
MI EXPERIENCIA
Lo primero es derribar el mito de que
los navegantes no se marean: lo que
ocurre es que los marinos se amari-
nan, es decir, acaban por acostum-
brarse a los movimientos del barco.
La mejor demostración de esto es
el posterior mareo en tierra. Cuando
se llevan muchos días navegados, al
llegar a tierra es normal notar una
extraña sensación de balanceo. Sen-
cillamente es que el cerebro se está
acostumbrando de nuevo a la falta de
movimiento.
Otra demostración de lo mismo
es que las personas muy habituadas
a navegar saben que después de un
largo período sin navegar, durante los
primeros días en el mar puede apare-
cer el mareo.
¿
Cuánto tarda el cuerpo en amari-
narse? Depende. Si las condiciones ya
son muy malas nada más salir, no es
que nos amarinemos, es que nos ma-
rearemos y tendremos que superarlo.
Lo ideal es que se inicie la navegación
con buen tiempo y el cuerpo se vaya
acostumbrando a un movimiento
progresivo. Durante la regata alrede-
dor del mundo, después de descansar
un mes en tierra tras la etapa anterior,
sabíamos que durante los tres prime-
ros días de la siguiente travesía la tri-
pulación se estaría amarinando. Tres
días no es una mala cifra.
También depende mucho de los
trabajos que se realicen a bordo. El
navegante tiene que fijar la vista en
libros, cartas, la electrónica, el coci-
nero tiene que concentrase en la co-
cina con movimientos bruscos. Pero
lo peor de todo es ponerse a trabajar,
boca abajo, para desatascar un filtro
de gasóleo. Si el barco está en claro
movimiento, en esta operación suelen
caer hasta los más avezados marinos.
Otra cosa es cómo se reacciona frente
al mareo. Las primeras veces deja fuera
de combate, pero uno se va acostum-
brando. Algunos navegantes no es que
no se mareen, sino que se han acos-
tumbrado a trabajar estando mareados.
He visto a muchos buenos tripulantes
vomitar mientras se arría una vela, o
mientras le dan vueltas al chigre, o se
consulta la carta con un balde a pie de
la mesa de cartas. Por si acaso.
Un factor del que no hablan las
guías médicas es del contagio. El ma-
reo es contagioso, y cuando un tripu-
lante vomita, varios suelen ir detrás.
Pero es una experiencia que mueve a
la humildad y al compañerismo.
EL FACTOR PSICOLÓGICO
Me molesta especialmente cuando
los “veteranos” ridiculizan a los nova-
tos que se marean. Después he visto
a más de uno de esos veteranos que
se ha venido abajo en condiciones de
temporal. Todos nos hemos mareado
alguna vez, y es bueno explicarlo.
Excepto esos pocos privilegiados
que he conocido que nunca se ma-
rean, la mayoría lo que necesitamos
es amarinarnos, para poder disfrutar
así de uno de los mayores placeres
que sentirá el navegante; formar par-
te del barco, moverse a son de mar
sin sentir rechazo. He visto navegar
a mis hijos y otros bebés durante una
dura ceñida amarrados a su cuna dur-
miendo con cara de felicidad. Esta-
ban en su medio. Eran felices. Cuan-
do conseguimos eso de adultos es que
ya nos hemos amarinado.
2.
Es
desaconsejable
mandar a un
tripulante
mareado fuera
de la bañera
para ayudar en
una maniobra
creyendo que
así se distraerá,
aunque muchos
navegantes
avezados pueden
echar el resto por
la borda durante
una maniobra y
seguir después
sin problemas.
3.
La escora
pronunciada
asociada a las
situaciones de
mal tiempo
incrementa el
riesgo de tener
a un tripulante
afectado por
el mareo en la
bañera o en
cubierta.
Edad. Los niños son más proclives mientras que las perso-
nas mayores de 50 años se marean menos.
Antecedentes familiares.
Hambre. Es mejor tener siempre algo en el estómago.
Alcohol, bebidas ácidas y lácteos. Nada mejor que el agua
mineral.
Ansiedad, temor o miedo.
Presencia de humos y olores (cigarrillos, gasóleo...).
Frío.
Mala ventilación.
Resaca, indigestión, acidez o fatiga 24 horas antes de
iniciar la navegación.
Los factores de riesgo
Todos nos hemos mareado alguna
vez y es bueno explicarlo. Se trata
sencillamente de amarinarnos
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