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o se puede hablar aún de que esta será una
Vendée Globe mítica, pero va camino de
serlo. Lo que hace 20 años empezó como
una aventura extrema, se está convirtiendo
en la competición más dura que pueda imaginarse en el
deporte moderno. Y sigue derribando cuantas barreras
halla a su paso. Los barcos han dejado de perderse de vista
cuando zarpan rumbo al horizonte, pues sus patrones nos
traen el espectáculo a nuestras pantallas, sean de televi-
sión, ordenador, tableta o teléfono móvil.
Si en la última edición Michel Desjoyeaux mostró una
superioridad incontestable, este año la igualdad ha sido la
norma. No solo varios barcos tienen un diseño casi idén-
tico; el trabajo previo los ha fiabilizado y sus patrones
los han llevado al 100% durante casi todo el recorrido.
La batalla ha sido –está siendo aún en el momento de
escribir estas líneas- más cerrada que nunca, con varios
participantes navegando a la vista unos de otros en las
antípodas, a veces durante varios días seguidos. Es como
si la vuelta al mundo se corriera en un recorrido costero,
tan escasas son las diferencias.
UN INICIO CATASTRÓFICO
Lo cierto es que la realidad está superando las expectati-
vas, sobre todo después de unas dos primeras semanas de-
sastrosas: siete retirados en una flota
de 20 barcos cuando apenas se había
cubierto la sexta parte del recorrido.
Hubo quien llegó a especular, medio
en serio medio en broma, con la po-
sibilidad de que nadie consiguiera
regresar a Les Sables d’Olonne.
Este era quizás el gran interrogante
de la primera edición, en 1989, pero
no ahora. Pasada la debacle inicial, en
los dos meses siguientes solo se ha retirado otro barco,
el
Cheminées Poujoulat
,
que de todas formas seguramente
también logrará regresar al puerto de salida tras comple-
tar la vuelta al mundo. La política de fiabilidad de los
barcos y la profesionalización absoluta de casi todos los
François
Gabart ha
superado
todos los
récords con
una marca de
534,48
millas
en 24 horas.
Pocos lo podían imaginar después de las dos primeras semanas
catastróficas de esta Vendée Globe. Si los primeros días vieron cómo hasta
siete barcos, el 35% de la flota, tenía que retirarse por diversas averías, la
continuación ha sido casi idílica: igualdad, competitividad, espectáculo,
emoción a raudales. Esta Vendée Globe pasará seguramente a la historia,
pero no por los malos augurios del principio, sino por todo lo contrario.
L
as averías eran la gran asignatura pendiente de la
Vendée Globe, después de que en la edición anterior
solo 11 de los 30 participantes consiguieran cruzar la línea
de llegada. Poco después de la salida, saltaron todas las
alarmas: al cabo de dos semanas, 7 de los participantes
habían tirado la toalla. Posteriormente, el suizo Bernard
Stamm se unió a la lista de bajas, aún provisional cuando
todavía queda la remontada del Atlántico.
Si analizamos los motivos de estos incidentes, descubri-
remos que solo tres (el 15% de la flota hasta el momento
de redactar estas líneas) son debidos a fallos propios de
los barcos: la quilla rota del
Safran,
el mástil caído del
Savéol
y el problema de piloto automático del
Energa
,
fruto este de una falta absoluta de preparación. Otros
cinco abandonos han llegado tras otras tantas colisiones,
dos con pesqueros –algo que debería ser motivo de una
profunda reflexión en el seno de la clase- y tres con OFNIS.
©
Vincent Curutchet/Dark Frame/DPPI/Vendée Globe
©
Jean Marie Liot/DPPI/Vendée Globe
©
Vincent Curuchet/DPPI/Vendée Globe
OCÉANOS
Asignatura aprobada
La quilla rota
del Safran
acabó con las
aspiraciones
de Marc
Guillemot
a poco de
iniciarse la
regata.