La evolución no selecciona los animales más fuertes, sino los que se adaptan mejor al cambio. No obstante, adaptarse genéticamente a un entorno diferente no es un proceso rápido y requiere decenas, cientos o incluso miles de generaciones para que los cambios se consoliden. Sin embargo, para el pulpo no.
Autora: Ana Bozzano
Este invertebrado de sangre fría y azul que nos deleita en la mesa con sus carnes firmes y jugosas y su sabor marino suave ha desarrollado una estrategia única y es capaz de ajustar su fisiología a una velocidad sin precedentes, mediante la edición del ARN. En otras palabras, los pulpos son capaces de diseñar proteínas con funciones específicas cuando las condiciones cambian, una habilidad demostrada con evidencias empíricas que desafía la idea de que los seres vivos estamos preprogramados desde nuestro nacimiento.
Esta capacidad de edición genética podría explicar por qué los pulpos pueden camuflarse rápidamente o son tan hábiles para resolver problemas mecánicos, como abrir frascos o usar herramientas, habilidades que requieren un sistema nervioso complejo. De hecho, el sistema nervioso de los pulpos, compuesto por 500 millones de neuronas, está distribuido de manera única: un tercio se encuentra en el cerebro central, responsable de funciones complejas como el aprendizaje y la memoria, mientras que los dos tercios restantes están repartidos en sus ocho brazos. Esta distribución permite que cada brazo actúe de manera semiautónoma, explorando el entorno y tomando decisiones simples, como ajustar localmente los cambios de color y textura de la piel sin la intervención del cerebro central.
El arte de manipular la luz
De hecho, los pulpos muestran algunas de las transiciones de color más rápidas de todo el reino animal, y el camuflaje es una de sus habilidades más impresionantes. Lo consiguen gracias a los cromatóforos, unas células que contienen pigmento y reflejan el color. Hay tres capas de cromatóforos en su piel, y cada capa refleja un color diferente: la capa superior, el amarillo; la capa intermedia, el rojo, y la capa inferior, el marrón. El pulpo puede combinar estos colores cambiando la forma de los cromatóforos en cada capa, lo que permite crear una amplia gama de tonos. Junto con los cromatóforos trabajan también otros dos tipos de células especializadas en su piel, los iridóforos y los leucóforos, y gracias a ellos los pulpos pueden “manipular” la luz para crear efectos visuales que les permiten fundirse con su entorno o comunicarse con otros individuos. Los iridóforos actúan como espejos microscópicos, reflejando longitudes de onda específicas de la luz para producir colores iridiscentes, mientras que los leucóforos reflejan toda la luz visible, creando un efecto blanco brillante. Estas células trabajan en conjunto con los cromatóforos para lograr un camuflaje dinámico y altamente efectivo. Esta capacidad adaptativa no sería posible sin un sistema visual evolucionado y complejo.
Ojos que desafían la evolución
La visión del pulpo es otra de sus características notables. Sus ojos, que comparten una estructura similar a la de los humanos y otros vertebrados, son un ejemplo de convergencia evolutiva, donde dos especies no relacionadas desarrollan soluciones similares para problemas similares. Aunque se cree que los pulpos no ven los colores como nosotros, pueden detectar diferencias en la polarización de la luz, lo que les permite percibir contrastes y texturas invisibles para el ojo humano. Esta habilidad es crucial para su camuflaje y su capacidad de imitar patrones complejos. Sin embargo, esta asombrosa adaptación evolutiva contrasta con la brevedad de su vida, que dura en promedio solo un par de años.
Reproducción y sacrificio
A pesar de poseer tres corazones (dos bombean sangre a las branquias, donde se oxigena, mientras que el tercero se encarga de distribuir la sangre oxigenada al resto del cuerpo), el ciclo de vida del pulpo es corto y está marcado por un sacrificio final. Tanto los machos como las hembras solo se reproducen una vez en la vida. Las hembras dejan de alimentarse después de la puesta y dedican todas sus energías a proteger y oxigenar los huevos, un esfuerzo que culmina con su muerte poco después de la eclosión. Los machos, por su parte, experimentan un deterioro progresivo después de la cópula, entrando en una fase de envejecimiento programado que los lleva a la muerte. Este proceso está relacionado con la glándula óptica, un órgano situado entre los ojos que regula el desarrollo sexual y el envejecimiento en los cefalópodos. Investigaciones recientes han demostrado que esta glándula produce niveles más altos de precursores del colesterol después del apareamiento, lo que podría explicar este fenómeno conocido como muerte semélpara.
Un prodigio de la evolución
El pulpo es una criatura que desafía nuestras expectativas en múltiples niveles. Sus habilidades cognitivas de aprendizaje y memoria, su capacidad para modificar su ARN, su inteligencia distribuida, su habilidad para manipular la luz y su visión excepcional lo convierten en un verdadero prodigio de la evolución. Además, su ciclo de vida único, marcado por un cuidado parental de la puesta (no habitual en invertebrados), añade un toque de misterio a su ya fascinante biología. En un mundo donde la habilidad adaptativa es clave para la supervivencia, el pulpo nos recuerda que la naturaleza siempre encuentra formas sorprendentes de superar los desafíos.
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