Las nuevas normas de la IMOCA tienen como uno de sus principales objetivos reducir drásticamente los abandonos por roturas. Es un tema delicado que se enmarca en el dilema entre el concepto open y el monotipo. Datos para entender algo más el problema… y las soluciones. Autor: SANTI SERRAT
Los abandonos por averías son inevitables en un deporte mecánico como es la vela, pero en el caso de la regata oceánica, las roturas que dejan a un barco incapaz de proseguir la competición ponen en peligro la seguridad personal de los regatistas y deslucen la competición, costando mucho dinero a patrocinadores y compañías de seguros.
La clase IMOCA es la única, junto con la clase Mini, que mantiene la fórmula open en la vela oceánica internacional (los multicascos del Trofeo Jules Verne son un mundo aparte, pues no constituyen ninguna clase propiamente dicha). Sin embargo su reglamento (la famosa box rule) ha ido evolucionando imponiendo restricciones que se han debido principalmente a los incidentes que han comprometido la seguridad. Tras la debacle por vuelcos en la Vendée Globe de 1996, la clase dictó nuevas normas de estabilidad que acabaron radicalmente con las quillas al sol.
Ahora, con las nuevas normas que estandarizan los palos y las quillas (aún no se conocen con exactitud las nuevas características exigidas), la IMOCA trata de frenar las grandes lacras que han significado en la última década las roturas de palo y, sobre todo más recientemente, las de las quillas.
En este primer artículo exponemos los datos estadísticos de las vueltas al mundo de la clase, la Vendée Globe y la Barcelona World Race, en lo que hace referencia a los abandonos, vuelcos por estabilidad, roturas de aparejo y de quilla. Más adelante analizaremos la evolución del diseño y la box rule de la clase IMOCA y del resto de clases oceánicas que han adoptado el concepto monotipo.