Unos días atrás, preparando un artículo sobre el décimo aniversario del IPS, entre las distintas informaciones sobre los primeros pasos del que ha sido un revolucionario sistema para la náutica de recreo a motor aparecía el listado de los países y astilleros que habían adoptado estos pods de Volvo Penta.
En España hubo más de siete constructores que apostaron el sistema sueco. Ahora, en la práctica, no creo que haya más de uno que monte los IPS.
Con ello lo que quiero decir es que la industria nacional en cuanto a construcción está prácticamente desaparecida desde hace ya algunos años, sin asomo alguno de marcas que fueron tan célebres como conocidas en toda Europa. Están todavía en periodo de subsistencia, las que existen, y qué desolación percibo cuando veo que en en los salones de EEUU, Düsseldorf, Canes, París, e incluso Génova y, Helsinki recientemente, un buen grupo de pequeños astilleros sigue luchando por encontrar su nicho de mercado entre la vorágine de las grandes gamas pertenecientes a los mayores grupos europeos.
Me consta: en Italia las ayudas de la administración al sector representan un esfuerzo notable, y si no que tomen nota los de aquí cuando la UCINA y la oficina de ayudas a la exportación invitan a más de setenta periodistas de todo el mundo a visitar sus empresas y salones.
Igual ocurre con Düsseldorf, e incluso con el limitado mercado de la industria finlandesa, que con más de medio millar de embarcaciones en su Salón de Helsinki es capaz de interesar a los medios más meridionales y de penetrar en los mercados del Mediterráneo.
Hoy es casi un tópico aquello de que los barcos nórdicos no son para el Mediterráneo. Más de media docena de modelos nominados al Barco Europeo del Año procedían de los países escandinavos, y en nuestro mercado cada día se comercializan más marcas procedentes del norte de Europa, aunque, eso sí, muchas se fabriquen en Polonia. Hay que ser competitivo ante tal globalización. Que yo sepa, el único intento por parte de un astillero español de fabricar en este país del Este fracasó.
Todo esto y más me hace pensar que todavía en nuestro país la industria náutica de la construcción de barcos adolece de males tanto exógenos como endógenos. Falta de ayudas y reconocimiento por parte de la administración hacia un sector que además de subsistir de mala manera no demuestra haber hecho los deberes, al menos en cuanto a abrirse mercados en el continente o fuera de él.
La prueba está en que los salones extranjeros la presencia de barcos españoles es casi menos que testimonial.
Se me encoge el alma cuando veo astilleros españoles, en otros tiempos triunfantes, que ahora mantienen sus naves abiertas esperando a ver si cae algún pedido… Y claro que hay excepciones, que no se sientan todos aludidos.
Luis Bosch
N&Y Magazine