Pese a la dureza de la vuelta al mundo, más del 80% de los participantes han completado la regata.
Tras ver llegar a los tres primeros en Les Sables d’Olonne, podría parecer que la Vendée Globe se había convertido en una regata planetaria sin especial dificultad. Nada más lejos de la realidad. Tras los tres mejores, el resto de la flota ha cruzado la línea de llegada lamiéndose las numerosas heridas en barcos y navegantes, que, una vez más, han dejado constancia de que dar la vuelta al mundo no es precisamente coser y cantar, mucho menos si es en solitario y sin escalas.
No es que los ocupantes del podio no sufrieran contratiempos (sobre todo, una vela rota en el barco de Charlie Dalin y un foil destrozado en el de Sébastien Simon), pero ellos mismos aseguraron que en ningún momento tuvieron vientos de más de 40 nudos. Todos sus seguidores, en cambio, han vivido más de un temporal de 50 nudos o más. Y esto se ha traducido en averías que, en la mayoría de los casos, han perjudicado seriamente su rendimiento.
UNAS CIFRAS INAUDITAS
- 64 días, 19 horas y 22 minutos es el nuevo récord establecido por Charlie Dalin para completar las 23.905 millas de la vuelta al mundo a una media de 15,31 nudos. De hecho, recorrió 27.668 millas a 17,8 nudos. Rebajó el mejor tiempo anterior (de 2016) en 9 días y 8 horas.
- El más rápido fue el segundo clasificado, Yoann Richomme, que recorrió 28.326 millas a 17,9 nudos de media.
- Tan solo 15 minutos separaron a los dos primeros clasificados que llevaban barcos con orzas, Benjamin Ferré y Tanguy Le Turquais.
- Justine Mettraux ya es la mujer más rápida en dar la vuelta al mundo sin escalas: completó el recorrido en 76 días, una hora y 36 minutos, 11 días menos que Clarisse Crémer en 2020-21, que ostentaba el anterior mejor registro de una mujer. En la Vendée Globe del 2000, Ellen McArthur quedó segunda con un tiempo de 94 días, 4 horas y 25 minutos.
- La mejoría de barcos, previsiones meteorológicas y preparación de los navegantes a lo largo de 10 ediciones ha sido espectacular. Un dato lo pone en evidencia: los 27 primeros de este año han mejorado el tiempo empleado por Michel Desjoyeaux para ganar la Vendée Globe del 2000 en 93 días y 4 horas. Y los 33 clasificados mejoraron sensiblemente el registro de José Luis de Ugarte, que en 1992-93 terminó sexto tras completar su vuelta al mundo en 135 días.
çLo difícil que es completar la Vendée Globe lo resumió perfectamente Nico Lunven, sexto en la línea de llegada: “Acabar ya es una victoria”, dijo satisfecho en cuanto puso el pie en el pantalán de Les Sables d’Olonne.
Este año han sido 33 los vencedores que han logrado completar la circunnavegación sin escalas, y a ellos hay que sumar a Yannick Vestaven y Éric Bellion, que han conseguido terminar el recorrido con una parada forzosa para reparar averías que no podían arreglar navegando. Ello significa que tan solo ha habido un 17,5% de abandonos, una cifra nunca vista y que prueba lo mucho que han mejorado la fiabilidad de los imocas y la preparación de sus patrones. La exigencia de participar en numerosas regatas para poder correr la Vendée Globe ha contribuido a ello, aunque también ha supuesto cerrar la puerta a navegantes sin recursos para afrontar dos o tres temporadas seguidas de navegación.
Si los tres primeros de la Vendée Globe impresionaron con sus tiempos estratosféricos, el resto ha sufrido una meteorología mucho más dura.
Más rápidos que nunca
Además de la fiabilidad, los diseños han mejorado sustancialmente, como demuestra que los siete primeros clasificados llevaran imocas de última generación, de tres de los cuatro diseñadores que dibujaron barcos con hidroalas para esta vuelta al mundo: Guillaume Verdier, (primero, tercero y quinto), Antoine Koch-Finot-Conq (segundo y séptimo) y Sam Manuard (cuarto). Solo falló VPLP, cuyo único barco nuevo (en manos de Boris Herrmann) quedó rezagado poco después de la salida, se recuperó sensiblemente en el océano Austral, pero fue relegado nuevamente en la subida del Atlántico, muy perjudicado por las averías.
El otro diseñador que presentó un dibujo nuevo en esta Vendée (David Raison, que se estrenaba en la clase) lo hizo con dos barcos gemelos con orzas, sin hidroalas, para Jean Le Cam y Bellion.
Gran pugna entre los barcos con orzas
La pugna por ser el primer barco sin hidroalas fue especialmente dura: al final, tan solo 15 minutos separaron a Benjamin Ferré de Tanguy le Turquais, algo realmente inaudito. Los dos, además, consiguieron recuperar en el Atlántico Sur las 1.000 millas de ventaja que les llevaba Le Cam al doblar el cabo de Hornos.
Sin los presupuestos astronómicos de los grandes equipos, y también sin la logística que envuelve a los favoritos, los navegantes con barcos de orza dejaron constancia de que no hacen falta barcos voladores para protagonizar una regata muy interesante y demostrar que dar la vuelta al mundo en solitario y sin escalas sigue siendo una hazaña al alcance de muy pocos.
AVERÍAS Y FUTURO
Dos palos y al menos cuatro hidroalas rotos, así como innumerables hooks (el herraje que mantiene las velas izadas sin que las drizas presionen el mástil) han sido las averías más importantes y significativas de esta 10aVendée Globe. Estos serán seguramente los temas que más darán que pensar a diseñadores y al comité técnico de la clase Imoca, además de la resistencia de las velas, que han sufrido más que nunca. Parece evidente que estas roturas son consecuencia directa del incremento de velocidad y de los impactos de los barcos contra las olas, por lo que habrá que incrementar la resistencia de estos materiales, como ya se ha ido reforzando progresivamente el fondo de los cascos, que se deslaminaban por los pantocazos.
Al aumentar la rigidez o la dureza de cualquier material, el resto sufre más. Es algo inherente a la navegación a vela. Ya sucedió cuando el dacron sustituyó el algodón: empezaron a romperse obenques y palos, incapaces de aguantar la tensión. Y así ha sucedido cada vez que se ha mejorado el material de cualquier parte del barco. Ahora toca mejorar la fiabilidad de las velas, las hidroalas y los hooks.
Un Atlántico decisivo
Aunque el gran público está pendiente de la espectacularidad de las imágenes del Gran Sur, la regata suele decidirse en el Atlántico, tanto en la bajada como en la subida hacia Les Sables d’Olonne. El océano Austral es el gran ogro que hay que superar como sea: superar sus grandes olas, los vientos a veces huracanados, el frío, el sentirse solo ante la grandeza de la naturaleza. Hay que evitar las averías graves, reparar las menores antes de que deriven en un problema insoluble, intentar mantenerse tanto como sea posible delante de los frentes –con vientos predominantemente del NW y una mar relativamente menos caótica–, porque detrás de los frentes el viento rola al SW, es más frío y aparece la mar cruzada.
Este año, además, y por primera vez desde 2008, diversos participantes han visto y tenido que evitar icebergs, que han derivado más al norte de lo inicialmente previsto por la organización. Gracias a un seguimiento constante por satélite de los hielos flotantes, la dirección de regata ha enviado un aviso personalizado a los navegantes que podían encontrar estos peligros.
Pero es el Atlántico donde se gana la regata. Si en el océano Austral las borrascas llegan siempre desde el oeste, en el Atlántico hay que atravesar los sistemas meteorológicos y elegir por dónde se hace. El Atlántico Sur sigue siendo el más complejo de todos los océanos desde el punto de vista de la previsión meteorológica; y en invierno la dureza del Atlántico Norte no tiene nada que envidiar a los temporales del océano Austral. Basta recordar las grandes borrascas que han llegado a Europa desde el oeste, que barren el golfo de Vizcaya y que, por primera vez en la historia de la Vendée Globe, han obligado a algunos participantes a refugiarse en el puerto de La Rochelle tras cruzar la línea de llegada, porque las olas les impedían entrar en Les Sables d’Olonne.
Solo 15 minutos separaron a los dos primeros clasificados que llevaban barcos con orzas, Benjamin Ferré y Tanguy Le Turquais.
Cinco novatos con futuro
Esta Vendée Globe ha entronizado a cinco novatos con un gran futuro por delante. La suiza Justine Mettraux y el británico Sam Goodchild han sido los únicos que, con barcos de la anterior generación, han plantado cara a los grandes favoritos. Al final, su octava y novena posición saben a poco, pues han sido víctimas de averías que los han penalizado mucho. Mettraux hizo casi toda la vuelta al mundo sin el J0, una vela esencial con poco viento, y además tuvo que navegar casi siempre con el piloto automático en modo compás.
Por su parte, el británico peleaba mano a mano con Jérémie Beyou por el cuarto puesto cuando, a menos de 1.000 millas de la llegada, rajó completamente la mayor y al final cayó hasta la novena posición. Tras la experiencia de esta circunnavegación, tanto Mettraux como Goodchild tienen todos los números para estar entre los grandes favoritos dentro de cuatro años.
Benjamin Ferré, primero entre los barcos sin hidroalas, empezó a navegar hace tan solo seis años. Tercero en la Mini Transat de 2019, saltó directamente a la clase Imoca. Jean Le Cam lo apadrinó y, con el Macif que ganó en 2012, Ferré ha protagonizado una regata espectacular con Tanguy le Turquais: desde Hornos nunca se han separado más de 20 millas. Al doblar la punta de América del Sur tenían a Le Cam más de 1.000 millas de la proa. Pero al Rey Jean lo traicionó un Atlántico Sur que le puso todas las trampas de las que es capaz, incluida la rotura del estay.
EL RETO DE LE CAM A LA ORGANIZACIÓN
Con relativamente pocos cambios esenciales en el reglamento para la próxima Vendée (para después de 2028 sí se prevé la introducción de timones en T invertida, que permitirán volar sin clavar la popa), Jean Le Cam ha vuelto a levantar la voz en defensa de los barcos sin hidroalas, que en esta edición han demostrado que su regata particular es tan interesante como la lucha por la victoria absoluta: “Hay muchas mini-Vendée Globe. Había una entre los dos primeros y hay otra entre nosotros. Siempre hay batalla, va y viene, es muy aleatorio y forma parte del juego.”
El veterano navegante, con seis Vendée Globe a sus espaldas, lanzó un desafío a la organización: si este año se ha permitido una flota de 40 solitarios y no ha habido ningún drama, ¿por qué no aceptar 50 en la línea de salida de 2028, 30 imocas con hidroalas y 20 con orzas?
Y puestos a hablar de veteranos, en esta edición de récords, Arnaud Boissières no pudo convertirse en el primer navegante que finaliza cinco Vendée Globe consecutivas: rompió el palo a la altura de Cabo Verde, cuando parecía que tenía su gesta al alcance de su mano. Pero sí ha conseguido ser el primer participante que consigue doblar Hornos en cinco ediciones seguidas. Todo un hito. Y ya piensa en repetir dentro de cuatro años.
La revolución de la benjamina
El quinto nombre con un gran futuro por delante es el de la benjamina de la regata, Violette Dorange. Con tan solo 23 años, y a bordo del antiguo barco de Le Cam (un diseño de Bruce Farr de 2007), no solo ha conseguido concluir la vuelta al mundo, sino que ha demostrado muy buenas dotes de navegación y además ha reunido más de un millón de seguidores en sus redes sociales, cientos de miles más que nadie. Una prueba de que para el gran público la Vendée Globe es mucho más que una regata. Lo evidencia también que el Paris Match, por ejemplo, haya dedicado precisamente a Dorange todos los honores de una portada.
Tras entrar en el canal de Les Sables en olor de multitudes, Dorange se sinceró ante decenas de miles de espectadores: “He pasado miedo, muchas veces; no lo escondo. He tenido miedo antes de entrar en el océano Austral, en los temporales, al sentir cómo mi barco sufría y chocaba con las olas. He tenido miedo al subir al palo… Pero el miedo también es un aliado, porque te permite estar vigilante y prestar atención. Pero incluso con miedo hay que avanzar.”
“Mi barco se llama Devenir para enfatizar algunos valores: aprender a confiar en ti, superarte, afrontar los retos y lanzarte a la aventura”. La Vendée Globe sigue siendo, sobre todo, una aventura humana que siguen millones de espectadores. Un reto de superación constante y todo un ejemplo de transmisión de valores.
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