La expedición de vuelta al mundo KT3D a bordo del Oceanis 423 Bora-Bora y con un globo aerostático a bordo continúa. Siempre hacia el Oeste. La expedición acaba de volver de otro de esos lugares remotos y poco conocidos cuyo nombre evoca por sí solo aventuras de navegantes míticos, poblados nativos con tradiciones ancestrales y una fauna marina espectacular: el Reino de las islas Tonga. QUIM CARRERAS
El reino de Tonga, situado aproximadamente a medio camino entre la Polinesia francesa y Australia, en el Pacífico sur, está formado por un total de 170 islas de las cuales tan solo 36 están habitadas. Están distribuidas en cuatro archipiélagos sur-norte a lo largo de una importante falla tectónica submarina de 7.000 metros de profundidad: Tongatapu, Ha’apai, Vava’u i Niuas.
Tonga es la única nación de las islas del Pacífico que evitó la colonización europea formal y la única también regentada por una monarquía soberana.
Fieles al espíritu de nuestro viaje escogimos como destino el archipiélago de las Vava’u por dos motivos: por un lado, por la forma, situación y orientación de estas islas nos pareció un buen sitio para intentar otro vuelo en globo. Por otro, estas islas, en esta época, son el hogar de una especie de ballenas y nos gustaría verlas y si fuera posible incluso nadar e interactuar con ellas en su propio medio. En definitiva, queremos disfrutar de las Tonga en sus tres dimensiones: por tierra, mar y aire.
Reencuentros y nuevos amigos
Los primeros días de navegación por estas islas nos permitieron reencontrarnos con muchos navegantes, con quienes ya habíamos ido coincidiendo a lo largo de toda nuestra ruta. Un motivo de especial ilusión cada vez que, después de muchas millas, volvíamos a compartir nuestras experiencias. Y también conocer a muchos con los que coincidíamos por primera vez. Todos muy diferentes, de procedencias muy diversas, con las más variadas embarcaciones y con motivaciones de viaje bien distintas. Pero todos, ellos y nosotros, con el mismo espíritu de aventura y la misma estima por el mar.
Todas las conversaciones con los otros navegantes corroboraban lo que ya habíamos leído mientras preparábamos el viaje: las Vava’u son uno de los pocos paraísos que quedan para los navegantes a vela. De hecho, tuvimos muchas ocasiones de hablar de ello con algunos navegantes que, después de haber realizado una o incluso varias vueltas al mundo, habían decidido pararse aquí para pasar una más o menos larga temporada. Cierto que nunca podemos hablar de un asentamiento definitivo cuando de estos nómadas del mar se trata.
Aquí conocimos a gente tan interesante como Humbert, un catalán de origen holandés de Calafell (Tarragona) conocido por la comunidad de navegantes como “El holandés errante”, que lleva más de nueve años navegando en solitario por todos los océanos.
O a Eduardo y Pilar, una pareja que llegaron aquí en su velero hace ya unos 30 años y, fascinados por la belleza de este lugar, se instalaron en una de estas islas desiertas, concretamente en la isla de Tapana, en una sencilla cabaña que se construyeron ellos mismos en plan Robinson Crusoe. Con el tiempo, la cabaña se fue convirtiendo en una especie de chiringuito/restaurante en el cual ofrecen comidas, y cuya especialidad son las paellas aprovechando las dotes de cocinera de Pilar que es valenciana. Tampoco falta nunca la música, gracias a las dotes de músico y cantante de Eduardo. Con el tiempo el restaurante “La Paella de Tapana” se ha ido haciendo más conocido entre el “mundillo” de los navegantes y se ha convertido en parada obligatoria para disfrutar de una noche especial en un lugar mágico y en compañía de esta pareja tan entrañable.
Volar, volar
Y de hecho sería aquí, en Tapana, donde conseguiríamos hacer realidad nuestro sueño de levantar un globo por primera vez en la historia de las Tonga.
Por su situación nos parecía que, con los alisos de SE que suelen soplar, Tapana podía ser un buen sitio para despegar e intentar aterrizar en algún punto de la isla principal de Vava’u. Eduardo se ilusionó tanto o más que nosotros frente a esta oportunidad de hacer historia, especialmente desde ésta “su isla”. El primer problema es que en la isla ni siquiera hay espacio físico para hinchar el globo. Recorrimos todo el perímetro de Tapana pero con los cambios de la marea no vimos ninguna opción en las playas. Tan solo un pequeño claro entre palmeras nos permitiría hacer un intento de hinchar el globo aunque fuese tocando la vegetación por todos los lados.
El siguiente inconveniente sería la intensidad del viento. Día tras día y noche tras otra los alisios soplaban sin parar. Teníamos un viento sostenido de unos 30 km/h con el cual no veíamos claro el despegue.
Finalmente, una tarde nos decidimos a hacer un intento con las últimas luces del atardecer. Tras muchas dificultades en el hinchado, tanto por el reducido espacio como por el viento, pero también por la poca potencia del butano, finalmente el globo Kon-Tiki se elevó basculante entre palmeras hasta que se estabilizó sobre el mar, dejando atrás Tapana en un magnífico vuelo a la puesta de Sol y sobrevolando otras tres islas hasta llegar a la isla principal de Vava’u.
Aterrizamos en plena selva, cerca de un poblado, que acudió a darnos la bienvenida y a ayudar, sorprendidos por este extraño aparato volador que había pasado sobre sus cabezas y que nunca antes habían imaginado ver tan de cerca.
Es una de esas situaciones emocionantes, en las que uno se siente un poco descubridor, satisfecho de haber hecho realidad otro sueño que a priori podía parecer un imposible.
No se había hecho nunca. ¿Por qué? ¿Porque era imposible o porque no se había intentado porque parecía imposible ?
Nadando con las ballenas jorobadas
Una vez cumplido con creces nuestro objetivo de volar, concentramos esfuerzos en buscar las llamadas humpback whales, las ballenas jorobadas que viajan cada año desde la Antártida hasta aquí, concretamente hasta el archipiélago de las Vava’u, para “educar” a sus crías.
Esta especie es, entre todos los mamíferos, la que realiza un trayecto de migración más largo. El avistamiento e incluso el baño con estos impresionantes animales se está convirtiendo en uno de los atractivos turísticos de estas islas. Diferentes operadores, no sin cierta polémica, están ya ofreciendo esta actividad.
Nosotros decidimos buscarlas por nuestra cuenta. Casi cada día de navegación podíamos observar alguna de estas ballenas saliendo a superficie, pero siempre desde cierta distancia.
Estos enormes mamíferos pueden realizar inmersiones de hasta 30 minutos. Finalmente nos llega el premio a nuestra persistencia. Después de todo un día observando a una ballena madre con su cría, conseguimos acercarnos con nuestro auxiliar y nos lanzamos al agua con los equipos de snorkel.
La experiencia de nadar con estas enormes criaturas es difícil de expresar con palabras. La madre debía medir unos 12 metros de longitud y un peso estimado de unas 20 toneladas. Después de unas dos horas de interacción, sobre todo con la cría, ésta fue tomando confianza con nosotros y llegamos a poder acariciarle la barriga, y agarrarnos a sus aletas pectorales. ¡Incluso dejó que nos cogiésemos a su majestuosa cola!
Alucinados, llegamos a la conclusión de que, como mamíferos emparentados que somos, este “bebé” de más de cuatro metros y 5.000 kilos de peso, disfrutaba jugando con nosotros tanto como nosotros con él.
Unos días más tarde, en otra inmersión, disfrutamos durante más de una hora de los también famosos cánticos de las ballenas. Los machos solitarios de esta especie emiten unos cantos realmente impresionantes para lucirse y atraer así a alguna hembra. Pueden estar durante horas cantando estas melodías submarinas que, debido a la conductividad de las ondas sonoras a través del agua, se pueden llegar a oír desde muchos kilómetros de distancia.
Para nosotros, el hecho de estar buceando, oyendo estos harmónicos y potentes sonidos bajo el agua, sin llegar nunca a ver la criatura de la que provenían, fue también una experiencia que nos quedará grabada en la memoria para siempre.
Replanteando la ruta
Acabada nuestra estancia en las islas Tonga nos vemos obligados a replantear la ruta a seguir a partir de ahora. Teníamos previsto hacer una etapa en Papua y después recorrer tranquilamente Indonesia antes de enfilar hacia Sri Lanka y entrar en el Mar Rojo para ir a buscar el Mediterráneo a través del canal de Suez .
Pero todos los navegantes que hemos ido encontrando en nuestro camino e incluso la Armada española, desaconsejan totalmente este itinerario debido al alto riesgo de ataques por parte de grupos de piratas especialmente en la zona entre Somalia, Eritrea y la entrada sur del Mar Rojo.
Así, la única alternativa es una navegación más directa por el Índico sur una vez pasemos el estrecho de Torres al noreste de Australia, hasta Mauricio y Sudáfrica.
Y este trayecto tenemos que realizarlo cuanto antes y como más directo mejor, sin paradas, para evitar la época de los ciclones de esta parte del océano. Nos da rabia tener que perdernos esta parte de mundo tan interesante pero poniendo en la balanza todos los factores, la seguridad ha tenido un mayor peso.
La vuelta por Sudáfrica y remontar todo el Atlántico de sur a norte supone muchas más millas de las previstas en nuestra corredera, pero estamos seguros que también nos aportará otras aventuras tanto o más interesantes.