Polinesia Francesa
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asar varias jornadas en un mis-
mo barco con personas que
se conocen por primera vez exige
cierta tolerancia, aunque en un
catamarán de 60 pies todo resulta
más fácil. Una alemana, un poline-
sio, un australiano, dos franceses
y un español, como en un chiste:
¿quién es el que disfruta más? To-
dos. El paisaje, el tiempo de ocio,
las numerosas actividades y visi-
tas a tierra, la placentera navega-
ción y las relaciones personales,
llenan las horas de esta travesía.
Los horarios son flexibles, la gas-
tronomía, en el barco y en las islas,
excelente, y el Eleuthera 60, un
cinco estrellas flotante (basta con
visitar la web y repasar las tarifas).
El prolongado jet lag nos des-
vela casi antes del amanecer. Un
baño en el más absoluto silencio
de las aguas transparentes siem-
pre apetece. La presencia ocasio-
nal de algún pequeño tiburón no
nos asusta como el primer día. El
benigno clima tropical, la brisa y
los insólitos parajes a los que nos
lleva Marc, invitan a repetidos cha-
puzones en el océano, mañanas y
tardes.
La compañía brinda un servicio
atento, exquisito, propio de la ca-
lidad de esta experiencia. La foto-
grafía, las breves visitas a tierra,
los descansos al sol sobre la ex-
tensa red de proa, las charlas “in-
ternacionales”, todo hace que el
tiempo vuele... El tópico: una inol-
vidable experiencia en el paraíso.
Convivir en un cata
©
G.Le Bacon
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G.Le Bacon