[SINGLADURA]
Expedición KT3D
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Cierto que nunca podemos hablar de
un asentamiento definitivo cuando
de estos nómadas del mar se trata.
Aquí conocimos a gente tan inte-
resante como Humbert, un catalán
de origen holandés de Calafell (Ta-
rragona) conocido por la comunidad
de navegantes como “El holandés
errante”, que lleva más de nueve
años navegando en solitario por to-
dos los océanos.
O a Eduardo y Pilar, una pareja
que llegaron aquí en su velero hace
ya unos 30 años y, fascinados por la
belleza de este lugar, se instalaron en
una de estas islas desiertas, concre-
tamente en la isla de Tapana, en una
sencilla cabaña que se construye-
ron ellos mismos en plan Robinson
Crusoe. Con el tiempo, la cabaña se
fue convirtiendo en una especie de
chiringuito/restaurante en el cual
ofrecen comidas, y cuya especiali-
dad son las paellas aprovechando las
habilidades de cocinera de Pilar que
es valenciana. Tampoco falta nun-
ca la música, gracias a las dotes de
músico y cantante de Eduardo. Con
el tiempo el restaurante “La Paella
de Tapana” se ha ido haciendo más
conocido entre el “mundillo” de los
navegantes y se ha convertido en
parada obligatoria para disfrutar de
una noche especial en un lugar má-
gico y en compañía de esta pareja tan
entrañable.
Volar, volar
Y de hecho sería aquí, en Tapana,
donde conseguiríamos hacer rea-
lidad nuestro sueño de levantar un
globo por primera vez en la historia
de las Tonga.
Por su situación nos parecía que,
con los alisos de SE que suelen so-
plar, Tapana podía ser un buen sitio
para despegar e intentar aterrizar en
algún punto de la isla principal de
Vava’u. Eduardo se ilusionó tanto o
más que nosotros frente a esta opor-
tunidad de hacer historia, especial-
mente desde ésta “su isla”. El primer
problema es que en la isla ni siquie-
ra hay espacio físico para hinchar el
globo. Recorrimos todo el perímetro
de Tapana pero con los cambios de
la marea no vimos ninguna opción
en las playas. Tan solo un pequeño
claro entre palmeras nos permitiría
hacer un intento de hinchar el globo
aunque fuese tocando la vegetación
por todos los lados.
El siguiente inconveniente sería la
intensidad del viento. Día tras día y
noche tras otra los alisios soplaban
sin parar. Teníamos un viento soste-
nido de unos 30 km/h con el cual no
veíamos claro el despegue.
Finalmente, una tarde nos decidi-
mos a hacer un intento con las últi-
mas luces del atardecer. Tras muchas
dificultades en el hinchado, tanto
por el reducido espacio como por
el viento, pero también por la poca
potencia del butano, finalmente el
globo Kon-Tiki se elevó basculante
entre palmeras hasta que se estabili-
zó sobre el mar, dejando atrás Tapa-
na en un magnífico vuelo a la puesta
de sol y sobrevolando otras tres is-
las hasta llegar a la isla principal de
Vava’u.
Aterrizamos en plena selva, cerca
de un poblado, que acudió a darnos
la bienvenida y a ayudar, sorprendi-
dos por este extraño aparato volador
que había pasado sobre sus cabezas
y que nunca antes habían imaginado
ver tan de cerca.
Es una de esas situaciones emo-
cionantes, en las que uno se siente
un poco descubridor, satisfecho de
haber hecho realidad otro sueño que
a priori podía parecer un imposible.
No se había hecho nunca. ¿Por
qué? ¿Porque era imposible o por-
que no se había intentado porque
parecía imposible ?
Nadando con las
ballenas jorobadas
Una vez cumplido con creces nues-
tro objetivo de volar, concentramos
esfuerzos en buscar las llamadas
humpback whales
, las ballenas joro-
badas que viajan cada año desde la
Antártida hasta aquí, concretamente
hasta el archipiélago de las Vava’u,
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