[PRUEBA VELA]
Moody DS 54
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y uno tiene en ellos la sensación de
poder salir despedido cuando el bar-
co se agita. Los cabos que regulan las
velas vienen a unos winches de difícil
acceso, que si no tienen motor eléc-
trico resultarán un calvario. Y aun-
que pueda uno manejar esos winches
con los botones colocados en las ex-
celentes consolas de gobierno, es di-
fícil ver el aparejo, regular las velas,
o incluso disfrutar al timón.
Incluso para atracar, el represen-
tante del astillero se ponía en pie
sobre el asiento de timonel para ver
mejor a dónde se acercaba su proa.
Y hay una cifra importante: pesa
25 toneladas en vacío, y puede ro-
zar las 30 si se llenan los tanques y
se van embarcando pertrechos y ac-
cesorios. Con las velas izadas, eso se
nota en un tacto de timón duro y un
comportamiento a veces violento.
Le hemos navegado en dos oca-
siones: con 10-12 nudos de viento
y mar llana, donde se comportaba
con gran dignidad una vez arranca-
do, y con 25-30 nudos de viento y
mar muy desagradable. De esa se-
gunda ocasión es de donde sacamos
nuestra idea de que se trata de un
trawler con quilla y velas: a motor
se movía con autoridad, aunque le-
vantase enormes masas de agua al
impactar con cada ola; incluso le
gustaba apoyarse en un poco de ve-
la mayor, que por suerte es enrolla-
ble y por tanto se puede dosificar al
gusto.
Pero parar el motor y navegar con
mayor y foque —ambos reducidos
en proporción al viento— en aque-
llas condiciones era duro y desagra-
dable. El peso y la altura de la su-
perestructura hacen que el Moody
se comporte con oleaje fuerte como
un mercante, con fuertes balanceos
y difícil gobierno. Moverse por cu-
bierta o por el interior cuando el
barco se zarandea así no da confian-
za, y hay que pensárselo dos veces
para desplazarse para maniobrar
con escora y pantocazos.
Lo más peligroso en un momen-
to de emergencia y mal tiempo se-
rá intentar pelear con la vela mayor
para dominarla sobre la botavara,
allí por lo alto del tejadillo
PLACERES EN EL CRUCERO
Veamos el contraste en la navega-
da con buen tiempo: sentarse en el
salón mientras el barco se abre ca-
mino con pocos grados de escora es
una maravilla. Al igual que gober-
nar el timón, o pasear por el corre-
dor de barlovento.
Invitar a unos amigos para cenar
con las vistas del crepúsculo vale to-
3.
La bañera forma
un segundo salón
protegido por
toldilla, brazolas
y peldaños.
Se trata de un
rincón dedicado
únicamente al “far
niente”, sin acceso
a la maniobra.
4.
Las amuradas
macizas, coronadas
por balcón de
acero inoxidable,
son la marca
personal del yate.
Nótese la bien
dispuesta zona de
proa con escobén,
molinete y herraje
que soporta dos
enrolladores.
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4
El Moody DS 54 ofrece la habitabilidad de un
velero de 65 pies, con instalaciones y carpintería de
ese nivel.
©
@EYOTY/B. Kolthof
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@EYOTY/B. Kolthof