Revista Náutica&Yates 34 - page 149

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OCÉANOS
Con Alex
Thompson.
C
ubierta despejada, espacio (que no confort) en la bañera y en
el interior y unas prestaciones de ensueño. Navegando en un
IMOCA 60 de élite como el
Hugo Boss
de Alex Thompson,
uno puede ver que lo que todos buscamos en nuestro barco, menos
comodidades, lo tienen multiplicado los “pura sangre” de regata
oceánicos. Luego, en su adaptación a barcos de serie para hacerlos
útiles para el navegante normal, ves que aunque no todo es directa-
mente transferible, sí que la experiencia que aportan estos bancos de
pruebas revierten en hacer más fácil, efectiva y segura la navegación
en crucero.
Cuando lo habitual es que uno navegue en crucero, subirse a este
diseño de VLPP-Verdier de 18,28 metros de la nueva generación con
foils y que levanta 570 m
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de vela en portantes, es excepcional. Es
como cambiar por un día tu scooter por una moto GP.
A primera vista, ya se percibe que todo lo que equipa, desde la
cabullería hasta el menor de los herrajes, las poleas, los reenvíos, las
mordazas…, es a la vez especial, complejo, pero situado y pensado
para que pueda ser trabajado con facilidad.
Tuvimos la surte de subirnos un día con unos 14-15 nudos de le-
vante con algo de ola. Según el propio Alex Thompson, “un día tran-
quilo”.
Una vez todo montado, y con el barco navegando en ceñida, po-
drías definirlo con muchos adjetivos, pero sin lugar a duda, ninguno
relacionado con la comodidad y el confort. El barco acelera de manera
increíble, y consigue velocidades inimaginables para la mayoría de los
mortales a bordo de un barco de vela, pero la verdad es que no sabes
ni dónde, ni cómo ponerte.
Pudimos navegar tanto en ceñida como en largo, alcanzando una
máxima de 24,5 nudos planeando. La sensación es indescriptible,
viendo salir nubes de espuma por las palas del timón y pudiendo
gobernar plácidamente pero muy atentos, bajo la vigilancia de Alex y
con la tripulación al trimado, sólo con una mano.
En ceñida pudimos comprobar de primera mano la utilidad de la
cúpula de protección de la cabina, ya que un par o tres de olas nos
pasaron por encima sin que nos mojásemos en absoluto.
En la bañera, todo está muy a mano, prácticamente se puede hacer
todo desde ahí, y en el caso del
Hugo Boss
la cúpula estructural dispo-
ne de un techo movible que la amplía hacia popa, y que sin duda hará
los días duros más secos.
Todo está pensado al detalle, milimetrado, y como norma número
uno, como más ligero mejor. Todo es de carbono…Hasta el WC, que
es nada más y nada menos que un cubo.
La cubierta, construida en composite como todo el barco, en sánd-
wich en panel de abeja, es totalmente plana, de forma que moverse
por ella es fácil y seguro, y uno percibe su solidez con solo pisarla.
El interior es un mundo a parte, ya que aunque sea muy espacioso,
no hay sitio para lujos ni comodidades. Salvo la mesa de cartas y el
pequeño fogón, todo es estiba. Una colchoneta será —si te atreves—
tu cama durante más de 70 días, y tendrás que ir desplazándote de
banda a banda dependiendo del bordo en que navegues.
Así pues, una breve pero magnifica experiencia en el
Hugo Boss
, que
nos dejó bien claro el porqué de su palmarés y las razones de que sea
tan temido por sus competidores en futuras regatas oceánicas.
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