Revista Náutica&Yates 34 - page 150

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[CRUCERO PRÁCTICO]
Texto e ilustración de Isidro Martí.
En cualquier
parte del barco
se necesitan dos
manos, uno para
él y otra para sí
mismo.
ser negativa, o nula. Recuerdo una
regata en la que el primer velero
que fondeó se colocó primero de
la flota ante el desconcierto de sus
oponentes. Había calma chicha.
En el Mediterráneo estamos mal
acostumbrados, pero los navegantes
de las zonas costeras de los océanos
saben que sus relojes empiezan y
acaban con la pleamar y la bajamar,
con corrientes entrantes y vaciantes
que facilitan la salida o impiden
la llegada. Infinidad de puertos
sólo disponen de calado cuando el
Anuario de Mareas indica Pleamar.
Los minutos durante la noche son
muchísimo más largos que duran-
te el día. Si la guardia nocturna es
E
l mar me ha enseñado que
el tiempo es relativo, que
los relojes funcionan de
una manera diferente du-
rante la navegación. La velocidad
media de un barco de vela es de unos
seis nudos, menos de doce kilóme-
tros por hora. Eso si navegamos en
línea recta, con vientos favorables.
En caso de tener el viento de proa, la
velocidad efectiva puede reducirse a
menos de la mitad. Con buen tiem-
po. Pero ese reloj relativo vuelve a
variar en caso de que haya mareas.
No es tan extraño encontrarse con
corrientes costeras de cuatro y cinco
nudos. En ese caso, si el viento es de
proa, la velocidad resultante puede
en un ambiente frío, los minutos
doblan el tiempo. Si hace viento lo
triplican, y si encima llueve o hay
rociones, un minuto se puede con-
vertir en diez o quince. A mí me
ha pasado. Cinco minutos para el
cambio de guardia en los Rugien-
tes Cuarenta, durante la madruga-
da, podían hacerse eternos. Por el
tambucho la luz tenue del interior
iluminaba a la guardia entrante
vistiéndose trabajosamente con
una lentitud torturante. Los minu-
tos no se acababan nunca.
También las medidas cambian en
el mar. Como me decía un avispado
navegante oceánico argentino, en
proa siempre soplan diez nudos de
viento más que en popa. La razón
es inexplicable, científicos y ocea-
nógrafos lo niegan en tierra, pero
todo navegante que haya recorrido
miles de millas sabe perfectamente
que en la bañera el tiempo es más
bonancible que a pie de palo, y
que desde ahí hacia la proa viento
y mar arrecian escandalosamente.
No se puede demostrar porque en
esa parte de la cubierta se necesitan
dos manos: una para el barco y otra
Uno se embarca con unos
conocimientos adquiridos para
poder afrontar la navegación con
garantías, para ser un buen tripulante,
navegante o patrón. Cuando se
desembarca después de muchos
años, se da cuenta que la relación ha
sido fructífera, biunívoca.
Lo que sé
del mar
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