[CHÁRTER ]
Preparando un chárter
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LO MÁS IMPORTANTE:
ESCOJA BIEN A LOS
ACOMPAÑANTES
En un velero hay poco espacio y, en
consecuencia, la intimidad es re-
lativa. Tanto como uno quiera. Se
convive muchas horas en pocos me-
tros cuadrados y uno debe aprender
a moverse por ellos y aceptar que
otros también se mueven. No se
preocupe. Lo que el primer día le
parece estrecho, al tercero le parece-
rá un lujo. Por donde antes no pa-
saba sin tropezar con el compañero,
a las pocas horas pasará sin rozarlo.
Por donde ayer se movía como un
pato, hoy caminará con agilidad.
Donde antes no había a qué agarrar-
se, ahora no tendrá ni que pensarlo.
Se sorprenderá incluso, a los pocos
6 y 7.
Salón y
cabina de proa de
un Bavaria Cruiser
46.
Ni se le ocurra hacer la maleta para irse de chárter. En un barco, no hay
nada más engorroso que una maleta rígida. Lleve, eso sí, una bolsa de
deporte flexible.
Lo primero que tiene que meter en esa bolsa es una crema solar de
alta protección; y no está de más añadir inmediatamente unas gafas
de sol y una gorra o un sombrero. Lo primero es absolutamente
imprescindible. Hay que usarla varias veces al día, so pena de acabar
como una langosta sueca en cualquier playa española.
Muy aconsejable: un calzado que tape los dedos. Puede usar zapatos
náuticos, unas zapatillas deportivas o tipo crocs. De lo contrario, se
arriesga a ingresar en la nómina de tripulantes con uñas o dedos rotos
tras tropezar en cubierta con cualquier polea o cornamusa.
Cuando llegue a bordo, confiésese con el patrón. Explíquele lo que les
gustaría hacer: navegar mucho o poco, cenar cada día en tierra o no,
amarrar en puerto o dormir en calas más o menos vírgenes, bucear…
Después, confíe en su capitán. Seguramente no hará ni la mitad de
las cosas que quisiera, pero gozará de unas buenas vacaciones. Si se
emperra en llevar el ritmo de tierra, adiós descanso y adiós vacaciones.
En el mar las distancias son mucho más largas que en tierra. Lo que en
coche se recorre en unos minutos, en un velero puede requerir horas.
No lo olvide a la hora de hacer planes realistas.
Un secreto que debe compartir toda la tripulación: evite los malos
humores, las malas caras y procure aprovechar el aspecto positivo de
todo lo que suceda.
Procure que todo el mundo participe en las labores colectivas. No es
bueno que siempre sean los mismos los que lavan los platos y hacen
los trabajos más pesados.
Prepare comidas sencillas y que puedan prepararse con antelación. A
nadie le gusta estar condenado a la cocina mientras los demás se lo
pasan en grande.
Nunca como en un barco es más aplicable el principio ‘a mal tiempo,
buena cara’. Adaptarse a la meteorología es sinónimo de buen hacer
marinero y la mejor forma de no empeorar las circunstancias.
El patrón es el primer interesado en que todo el mundo se lo pase
bien y su experiencia, como navegante y como guía de muchos
otros grupos, vale su peso en oro. Sus sugerencias suelen ser las
opciones más sensatas: no quiera imponerle su propio criterio, porque
probablemente él tiene razón; usted y todo el grupo saldrán perdiendo
si no le hacen caso.
A la hora de hacer las provisiones, no escatime en agua y refrescos: a
bordo, en verano, es imprescindible hidratarse mucho.
En la medida de lo posible, reserve un barco con suficientes cabinas
para que nadie tenga que dormir en el salón. Y procuren mantener en
orden todos los espacios comunes.
Dos últimos consejos: la mesa de cartas es territorio del patrón, no un
lugar para dejar teléfonos, gafas, libros, etc. Y hablando de teléfonos:
no hay batería de velero que pueda soportar la carga continua de
teléfonos móviles, además de la nevera, a no ser que estén enchufados
a tierra o tengan el motor en marcha todo el día.
Los consejos del patrón: hágale caso
7
Por Kiku Cusí